Los nostálgicos generales rusos

En todo el mundo, se dice de los generales en tono de broma que desean enfrentar las nuevas guerras de la misma manera como lucharon en la última. Los líderes militares rusos (de hecho, la mayor parte de su élite de política exterior) están atrapados en el mismo punto muerto. Tanto a ellos como a los diplomáticos les está resultando difícil salir de los esquemas mentales de la Guerra Fría. Esta postura retrógrada está obstaculizando los esfuerzos del Presidente Putin de impulsar al país en otra dirección.

En todo el mundo, se ve a Vladimir Putin como a un hombre fuerte cuya palabra es sagrada. Pero este no es tan así. En la crisis de Irak, los Ministerios de Asuntos Exteriores y de Defensa manifestaron opiniones que diferían notoriamente de las de Putin. Estas divisiones ocurren con regularidad.

Quienes observan al Kremlin, también atrapados en la mentalidad de la Guerra Fría, prefieren creer que el Presidente Putin y sus ministros están jugando un juego de "policía bueno/policía malo" en el que, en lo que concierne al Occidente, Putin juega el papel del bueno y todos los demás, el del malo. Si es así, se trata de un extraño juego con efectos perversos, ya que toda política exterior debe tener metas claras. Pero lo que ocurrió durante la guerra de Irak demostró que ningún objetivo práctico (como asegurar el pago de lo que Irak adeuda a Rusia o preservar los intereses rusos en el petróleo iraquí) guió la política exterior rusa. En lugar de ello, el Kremlin puso en peligro sin ninguna razón clara las buenas relaciones con EEUU, que tanto había costado lograr.

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