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Cómo frenar la vigilancia de los gobiernos en Internet

STANFORD/PRAGA – Los esfuerzos de los gobiernos para acceder a las comunicaciones privadas no son nada nuevo. En décadas pasadas, esos intentos de intromisión solían justificarse en aras de la seguridad nacional. Hoy día, sin embargo, los responsables de las políticas alegan que la seguridad infantil y la desinformación son los motivos que justifican los límites a la privacidad. A menudo son las democracias establecidas la que encabezan este ataque, allanando así, inadvertidamente, el terreno a los autócratas del mundo.

Pero la gente no acepta esas políticas sin resistencia: las denuncia y aprovecha eventos como el Día Mundial del Cifrado para destacar la importancia de la privacidad —no solo para las personas, sino también para las comunidades y sociedades—. Y mientras una oposición vociferante sigue obstaculizando los esfuerzos gubernamentales que procuran ampliar el poder de vigilancia, queda claro que la presión pública funciona.

La encriptación, que cifra los datos digitales para que solo quien cuente con los medios para decodificarlos pueda leerlos, se tornó omnipresente porque mantiene la confidencialidad y seguridad de la información, al tiempo que valida la identidad de las personas con quien uno se comunica. Hoy día, miles de millones de personas utilizan la encriptación para enviar mensajes digitales y correos electrónicos, transferir dinero, cargar sitios web y proteger sus datos. El patrón de referencia para la seguridad es la encriptación «de extremo a extremo» (E2EE, por su sigla en inglés), ya que solo sus usuarios pueden acceder a los datos (ni siquiera el proveedor de servicios puede descifrarla).

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