benami203_GAVRIIL GRIGOROVSPUTNIKAFP via Getty Images_putin Gavril Grigorov/Sputnik/AFP via Getty Images

Prigozhin es un síntoma

TEL AVIV – A veces se trata de hacer creer que los golpes militares representan la vanguardia de la modernización y el cambio. Otras, como en el de Chile en 1973 y el fracasado intento de 1981 en España, cuentan con el impulso de la nostalgia por dictaduras pasadas. La mayoría responden, al menos en parte, a los reclamos de grupos poderosos.

El cuasigolpe abortado por el caudillo ruso Yevgeny Prigozhin, por el contrario, parece haberse debido solo a su deseo personal de prestigio y poder. Y aunque abandonó rápidamente el avance hacia Moscú junto con los mercenarios del grupo Wagner, que dirige, expuso el deterioro institucional del régimen pretorianista del presidente ruso Vladímir Putin.

Prigozhin dejó así en claro que más que una amenaza para el régimen de Putin es un síntoma de su inherente fragilidad. Básicamente, es alguien leal que, según las palabras del presidente ruso, «tiene ambiciones e intereses personales desmedidos». Debido al aumento de su popularidad, que amenazaba el monopolio de Putin sobre la atención del país, Prigozhin sencillamente se tornó demasiado poderoso como para no ponerle freno.

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