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Garantizar una recuperación global más sólida y más justa

CAMBRIDGE – Una vieja broma sobre compensaciones tramposas pide que imaginemos que nuestro peor enemigo se cae al vacío desde un precipicio al volante de nuestro auto flamante. ¿Nos haría feliz la muerte de nuestro enemigo o nos pondría triste la destrucción del auto?

Para muchos, la forma de la recuperación económica global tan esperada y tan necesaria de este año plantea un dilema similar. A falta de una renovación de las políticas nacionales y de una coordinación internacional, la recuperación significativa del crecimiento que se espera en 2021 será muy despareja, tanto entre países como al interior de ellos. Eso viene de la mano de una serie de riesgos que podrían hacer que el crecimiento en los años subsiguientes sea menos robusto de lo que puede y debería ser.

En base a la información actual, espero que el crecimiento rápido en China y Estados Unidos impulse una expansión global del 6% o más este año, comparado con una contracción del 3,5% en 2020. Pero si bien Europa debería salir de su doble recesión, la recuperación allí probablemente sea más moderada. Partes del mundo emergente están en una situación aún más difícil.

Gran parte de esta divergencia, tanto real como anticipada, surge de variaciones en uno o más de cinco factores. Controlar las infecciones del COVID-19, incluida la propagación de nuevas variantes del coronavirus, es claramente crucial. Lo mismo es válido para la distribución y administración de las vacunas (lo que implica asegurar los suministros, superar obstáculos institucionales y garantizar la aceptación de la población). Un tercer factor es la resiliencia financiera, que en algunos países en desarrollo implica manejar preventivamente las dificultades surgidas del alza reciente de la deuda. Luego vienen la calidad y la flexibilidad en materia de generación de políticas y finalmente lo que haya quedado en los reservorios de capital social y resiliencia humana.

Cuanto mayores sean las diferencias entre los países y al interior de los mismos, mayores serán los desafíos para la sustentabilidad de la recuperación de este año. Esto refleja un amplio rango de factores sanitarios, económicos, financieros y socio-políticos.

En un comentario reciente, expliqué por qué es importante que haya un progreso global más uniforme respecto de la vacunación contra el COVID-19 inclusive para aquellos países cuyos programas nacionales de inmunización están muy a la delantera del resto. Sin un progreso universal, los principales vacunadores enfrentan una elección difícil entre arriesgarse a la importación de nuevas variantes provenientes del exterior y administrar una economía protegida en la que gobiernos, hogares y empresas adopten una mentalidad de búnker.

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Las recuperaciones económicas desparejas privan a los países del viento favorable de la expansión sincronizada, en la que el crecimiento simultáneo de la producción y del ingreso alimenta un círculo virtuoso de bienestar económico generalizado. También aumentan los riesgos de proteccionismo comercial y de inversiones, así como de disrupciones en las cadenas de suministro.

Luego está el ángulo financiero. Un crecimiento pujante de Estados Unidos, junto con expectativas inflacionarias más altas, ha hecho subir las tasas de interés del mercado, con repercusiones para el resto del mundo. Y aquí no terminan las cosas.

Las autoridades del Banco Central Europeo ya se han quejado de un “ajuste indebido” de las condiciones financieras en la eurozona. Las tasas de interés en alza también podrían minar el paradigma dominante en los mercados financieros –concretamente, la alta confianza de los inversores en inyecciones de liquidez amplias, predecibles y efectivas por parte de los bancos centrales sistémicamente importantes, que ha alentado a muchos a aventurarse mucho más allá de su hábitat natural, asumiendo riesgos considerables si no excesivos e irresponsables-. En el corto plazo, una alta liquidez ha generado un financiamiento barato a muchos países y empresas. Pero los cambios de marcha repentinos en los flujos de los fondos, así como el creciente riesgo de accidentes de mercado y errores de políticas acumulativos, podrían causar disrupciones graves.

Finalmente, una recuperación económica despareja amenaza con agravar las brechas de ingresos, riqueza y oportunidades que la crisis del COVID-19 ya ha ampliado enormemente. Cuanto mayor la desigualdad, en particular con respecto a las oportunidades, mayor la sensación de alienación y marginalización, y más probabilidades existen de que la polarización política impida una creación acertada y oportunidad de políticas.

Ahora bien, mientras que la vieja broma está relacionada a la inevitabilidad de las compensaciones difíciles, existe un término medio para la economía global en 2021 y después –que mantenga una recuperación robusta y simultáneamente favorezca a los países, grupos y regiones desaventajados-. Esto exige adaptaciones de las políticas tanto a nivel nacional como internacional.

Las políticas nacionales necesitan acelerar las reformas que combinan un alivio económico con medidas para fomentar un crecimiento mucho más inclusivo. Esto no tiene que ver exclusivamente con mejorar la productividad humana (a través de una recapacitación laboral, reformas educativas y mejor atención de la infancia) y la productividad del capital y la tecnología (a través de importantes mejoras de la infraestructura y la cobertura). Para recuperarse mejor y de manera más justa, los responsables de las políticas ahora deben también considerar la resiliencia climática como un insumo crítico para una toma de decisiones más integral.

El alineamiento de las políticas globales también es vital. El mundo tiene suerte de haberse beneficiado inicialmente de políticas nacionales correlacionadas (a diferencia de coordinadas) en respuesta a la crisis del COVID-19, cuando la gran mayoría de los países optaron directamente por una estrategia conjunta, de no importa lo que haga falta y de todo el gobierno. Pero sin coordinación, las políticas cada vez divergirán más, en tanto las economías menos robustas enfrenten vientos de frente externos adicionales en un momento de caída de los flujos de ayuda, alivio de deuda incompleto e inversión extranjera directa dubitativa.

Ahora que Estados Unidos y China lideran un repunte significativo del crecimiento, la economía global tiene la oportunidad de salir de un shock de pandemia que ha perjudicado a mucha gente y, en algunos casos, ha borrado una década de progreso en materia de reducción de la pobreza y otros objetivos socioeconómicos importantes. Pero sin adaptaciones de las políticas a nivel nacional e internacional, este rebote podría ser tan desparejo que termine agotando prematuramente el período prolongado de crecimiento más rápido y mucho más inclusivo y sostenible que la economía global tanto necesita.

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