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Una jubilación activa que funcione

MILÁN – En la mayoría de los países desarrollados, una jubilación con tiempo libre para el esparcimiento es una de las grandes innovaciones socioeconómicas del siglo pasado. Sin embargo, rápidamente se está convirtiendo en un lujo que pocos países pueden permitirse, especialmente en Europa. Es posible que los jubilados que disfrutan de una segunda juventud no quieran escuchar esto, pero ya es hora de que los gobiernos hagan que las pensiones públicas se condicionen en parte al trabajo comunitario.

Los beneficios de las pensiones excesivamente generosas están desestabilizando las finanzas públicas, poniendo en peligro el contrato social intergeneracional e azuzando el apoyo a los movimientos populistas de extrema derecha. A lo largo de toda Europa, las obligaciones de deudas probables por las pensiones no financiadas oscilan entre el 90 al 360% del PIB. En Italia, algunos jubilados reciben pensiones que son 2 a 3 veces más altas de lo que implicarían sus contribuciones en edad laboral. Y, en toda la Unión Europea, el ingreso medio de las personas mayores de 63 años es casi tan alto como el ingreso promedio percibido por los trabajadores activos.

Además, como resultado de las políticas de jubilación anticipada, alrededor de 30 millones de jubilados en toda la UE tienen menos de 65 años, es decir, alrededor del 25% de todos los jubilados europeos no pueden considerarse ancianos en absoluto. Para empeorar las cosas, la edad oficial de jubilación no se ha ajustado para tener en cuenta la duración de la vida. Cuando el canciller alemán Otto von Bismarck presentó el primer sistema público de pensiones del mundo en 1870, la edad de elegibilidad era de 70 años, y la esperanza de vida promedio era de 45. Hoy en día, el europeo promedio se retira a los 65 años y vive hasta cumplir al menos 80 años.

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