NUEVA YORK – La profesión económica recibió un duro golpe cuando sus principales representantes fueron mayoritariamente incapaces de predecir la crisis financiera global de 2008; y desde entonces no termina de recuperarse. Además del crecimiento inusualmente lento y desigual de los años que siguieron a la debacle, hoy hay una lista creciente de fenómenos económicos y financieros a los que los economistas no encuentran explicación.
Como la reina Isabel II, que en noviembre de 2008 preguntó por qué nadie supo anticipar la crisis, muchos ciudadanos descreen cada vez más de la capacidad de los economistas para explicar y predecir hechos económicos, por no hablar de ofrecer recomendaciones razonables a las autoridades. En algunas encuestas, los economistas figuran entre los profesionales menos confiables (después de los políticos, por supuesto, que ahora tampoco confían en los economistas). Una sólida formación económica ya no se considera requisito obligatorio para ocupar altos puestos en ministerios de finanzas y bancos centrales. Esta marginación redujo todavía más la capacidad de los economistas para informar e influenciar la toma de decisiones en cuestiones relacionadas directamente con su área de conocimiento (o lo que ellos denominarían su ventaja comparativa y absoluta).
Una de las principales razones de la pérdida de reputación de la economía ha sido su excesiva confianza en ortodoxias autoimpuestas. Si se abriera más a enfoques interdisciplinarios y usara más las herramientas analíticas disponibles, en particular las ofrecidas por la ciencia conductual y la teoría de juegos, la economía convencional podría empezar a superar sus falencias.
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The latest last-minute deal to raise the US debt limit does not solve the underlying political problem. On the contrary, with the country on track for a Biden-Trump rematch next year – a contest that Trump just might win – the truce is likely to be short-lived.
sees little reason to believe the latest last-minute deal will be anything more than a short-lived truce.
NUEVA YORK – La profesión económica recibió un duro golpe cuando sus principales representantes fueron mayoritariamente incapaces de predecir la crisis financiera global de 2008; y desde entonces no termina de recuperarse. Además del crecimiento inusualmente lento y desigual de los años que siguieron a la debacle, hoy hay una lista creciente de fenómenos económicos y financieros a los que los economistas no encuentran explicación.
Como la reina Isabel II, que en noviembre de 2008 preguntó por qué nadie supo anticipar la crisis, muchos ciudadanos descreen cada vez más de la capacidad de los economistas para explicar y predecir hechos económicos, por no hablar de ofrecer recomendaciones razonables a las autoridades. En algunas encuestas, los economistas figuran entre los profesionales menos confiables (después de los políticos, por supuesto, que ahora tampoco confían en los economistas). Una sólida formación económica ya no se considera requisito obligatorio para ocupar altos puestos en ministerios de finanzas y bancos centrales. Esta marginación redujo todavía más la capacidad de los economistas para informar e influenciar la toma de decisiones en cuestiones relacionadas directamente con su área de conocimiento (o lo que ellos denominarían su ventaja comparativa y absoluta).
Una de las principales razones de la pérdida de reputación de la economía ha sido su excesiva confianza en ortodoxias autoimpuestas. Si se abriera más a enfoques interdisciplinarios y usara más las herramientas analíticas disponibles, en particular las ofrecidas por la ciencia conductual y la teoría de juegos, la economía convencional podría empezar a superar sus falencias.
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