NUEVA YORK – Las protestas masivas luego del asesinato de George Floyd a manos de un oficial de policía de Minneapolis tienen que ver con el racismo sistémico y la brutalidad policial en Estados Unidos, pero van mucho más allá. Quienes han tomado las calles en más de 100 ciudades norteamericanas encarnan una crítica más amplia del presidente Donald Trump y de lo que representa. Una enorme subclase de norteamericanos cada vez más endeudados y socialmente inmóviles –afronorteamericanos, latinos y, cada vez más, blancos- se está revelando contra un sistema que le ha fallado.
Este fenómeno no se limita a Estados Unidos, por supuesto. Sólo en 2019, manifestaciones masivas sacudieron a Bolivia, Chile, Colombia, Francia, Hong Kong, India, Irán, Irak, Líbano, Malasia y Pakistán, entre otros países. Si bien cada uno de estos episodios tuvo disparadores diferentes, todos reflejaron una indignación por el malestar económico, la corrupción y una falta de oportunidades económicas.
Los mismos factores ayudan a explicar el creciente apoyo electoral de líderes populistas y autoritarios en los últimos años. Después de la crisis financiera de 2008, muchas empresas intentaron aumentar las ganancias recortando costos, empezando por la mano de obra. En lugar de contratar trabajadores con contratos de empleo formales y buenos salarios y beneficios, las empresas adoptaron un modelo basado en trabajo a tiempo parcial, por hora, por encargo, sin relación de dependencia y por contrato, creando lo que el economista Guy Standing llama un “precariado”. Dentro de este grupo, explica, “las divisiones internas han hecho que se considere villanos a los migrantes y otros grupos vulnerables, y algunos son susceptibles a los peligros del extremismo político”.
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Este fenómeno no se limita a Estados Unidos, por supuesto. Sólo en 2019, manifestaciones masivas sacudieron a Bolivia, Chile, Colombia, Francia, Hong Kong, India, Irán, Irak, Líbano, Malasia y Pakistán, entre otros países. Si bien cada uno de estos episodios tuvo disparadores diferentes, todos reflejaron una indignación por el malestar económico, la corrupción y una falta de oportunidades económicas.
Los mismos factores ayudan a explicar el creciente apoyo electoral de líderes populistas y autoritarios en los últimos años. Después de la crisis financiera de 2008, muchas empresas intentaron aumentar las ganancias recortando costos, empezando por la mano de obra. En lugar de contratar trabajadores con contratos de empleo formales y buenos salarios y beneficios, las empresas adoptaron un modelo basado en trabajo a tiempo parcial, por hora, por encargo, sin relación de dependencia y por contrato, creando lo que el economista Guy Standing llama un “precariado”. Dentro de este grupo, explica, “las divisiones internas han hecho que se considere villanos a los migrantes y otros grupos vulnerables, y algunos son susceptibles a los peligros del extremismo político”.
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