d2c0ed0346f86f380e93641e_jo3451c.jpg John Overmyer

Mato, luego existo

PARÍS – “Hay que luchar a un tiempo contra los terroristas y las causas del terrorismo con la misma determinación”. Esa fórmula, acuñada hace diez años a raíz de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, por dirigentes tan diversos como Javier Solana, entonces Secretario General de la OTAN, y el Presidente George W. Bush de los Estados Unidos, es tan válida como siempre a raíz de la reciente matanza habida en Francia.

El Estado francés logró identificar  y “neutralizar” al terrorista en seguida, si bien siguen sin haber recibido respuesta dos preguntas: ¿se debería haberlo detenido mucho antes? ¿Y se podría haberlo apresado con vida? Ahora el Estado francés debe hacer algo más. El Presidente francés, Nicolas Sarkozy, estuvo en lo cierto al llamar “monstruo” a Mohammed Merah, pero éste era nuestro monstruo. Nació, se crió y se descarrió en Francia, exactamente como los terroristas que atacaron el metro de Londres en julio de 2005 eran productos de la sociedad británica.

Es absolutamente necesario, no sólo para Francia, sino también para todo el mundo, entender cómo es que un hombre solo y solitario pudo tomar como rehén a todo un país durante casi una semana. La única forma como Merah pudo dar sentido a su vida parece haber sido la de asesinar a unos soldados y a unos niños judíos. Matar –y con la mayor sangre fría inimaginable– era existir.

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