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Normas para un mundo dividido

MADRID – Ya no caben dudas sobre la fractura que caracteriza la creación de normas globales. La recién concluida cumbre del G20 en Nueva Delhi atrajo tanta atención por quienes no estaban (el presidente ruso Vladímir Putin y el presidente chino Xi Jinping) como por las deliberaciones entre los que sí asistieron. Pero la verdadera conclusión de la cumbre, así como aquella de la reunión de los BRICS (Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica) que la precedió, es que la formulación de reglas mundiales será cada vez más complicada y se definirá por la presencia de grupos pequeños, posiciones cambiantes y coaliciones fluidas.

Incluso sin Putin y Xi, la cumbre del G20 estuvo marcada por las divisiones -palpables- que chocaban aún más por el lema optimista que presidía el evento: «una Tierra, una familia, un futuro». Si bien la India, que se ha esforzado en posicionarse como fuerza diplomática unificadora, además de portavoz del “Sur Global”, logró el consenso, no fue una tarea fácil, sobre todo por los desacuerdos sobre cómo referirse a la guerra en Ucrania.

Los compromisos que esto exigía se reflejan en la declaración final de la cumbre, donde el lenguaje con respecto a la guerra en Ucrania -y, en particular, a la culpabilidad de Rusia- contrasta por descafeinado en comparación con la declaración lograda en Bali el pasado noviembre. En 2022, los líderes del G20 reconocieron que las perspectivas sobre la invasión diferían, pero también condenaron enérgicamente las acciones de Rusia y reclamaron la retirada de sus tropas. En 2023, lamentaron el «inmenso sufrimiento humano y el impacto negativo de las guerras y conflictos en todo el mundo»,  emitiendo una exhortación (meramente formal) a renunciar al uso de armas nucleares y promoviendo los sagrados principios de soberanía e integridad territorial -todo ello sin mencionar a Ucrania por su nombre-.

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