Aids ribbon at the White House Mark Wilson/Getty Images

El fin del sida

NUEVA YORK – La pandemia de sida se cobró unos 36 millones de vidas entre 1981 y 2016; una cantidad similar de personas viven con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). El año pasado murieron por sida alrededor de 1,2 millones de personas, y otros 1,8 millones fueron infectadas. Aunque estas cifras infunden pavor, hay un dato todavía más asombroso: hoy tenemos esperanzas realistas de alcanzar el objetivo de una “generación libre de sida”. Pero las medidas políticas necesarias deberían acordarse en los primeros días del gobierno del presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump.

La posibilidad de poner fin a la epidemia deriva de un importante descubrimiento científico logrado en 2011: quedó comprobado que el tratamiento antirretroviral puede suprimir la presencia del VIH en el torrente sanguíneo de las personas seropositivas hasta un punto tal en que es muy improbable que lo transmitan a través de relaciones sexuales o agujas compartidas. Este hallazgo confirmó el concepto de “tratamiento como forma de prevención”. Administrar terapia antirretroviral a una proporción de individuos seropositivos suficientemente alta no sólo permite salvar sus vidas, sino también cortar la transmisión del virus y poner fin así a la epidemia.

Sobre esta base, los especialistas en sida desarrollaron dos ideas cruciales: “90-90-90” y la “cascada terapéutica para el sida”. El programa 90-90-90 busca asegurar que para el año 2020, el 90% de todas las personas infectadas con VIH sepan que lo están (el primer 90); que el 90% de los que saben que están infectados reciban tratamiento antirretroviral (el segundo 90); y que en el 90% de los que reciban ese tratamiento se logre suprimir la presencia de VIH en la sangre. La idea de la cascada es que si se logra cada uno de los tres “90”, la proporción de personas seropositivas con supresión viral sería 90% x 90% x 90%, igual a 72%.

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