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El Neville Chamberlain de Estados Unidos

PRINCETON – Cuando los países se ponen nerviosos por su seguridad, suelen insistir en que necesitan reducir su dependencia de los productos extranjeros, acortar las cadenas de suministro y producir más productos a nivel nacional. Ahora bien, ¿el proteccionismo realmente mejora la seguridad? En este momento en que el mundo se cierne al borde de una guerra comercial a gran escala, deberíamos examinar algunos de los argumentos a favor del proteccionismo, y luego revisar la mayor guerra comercial del siglo XX.

Los debates en torno al comercio tienden a estar plagados de falsedades. Se suelen presentar los aranceles a las importaciones y otras medidas similares como herramientas convenientes de política exterior que favorecen el bien general. Pero si uno mira un poco más allá de la retórica, resulta evidente que este tipo de medidas en verdad premian a determinadas personas, y representan una forma injusta de tributación.

El presidente norteamericano, Donald Trump, diría que una guerra comercial es un medio para llegar a un objetivo. En su opinión, los aranceles son una respuesta razonable a prácticas monetarias injustas y amenazas a la seguridad nacional. Pero, por supuesto, también existe un cálculo político doméstico: concretamente, los aranceles ayudarán a determinados productores e individuos al encarecer los productos de sus competidores. El problema es que los aranceles inevitablemente obligan a los consumidores domésticos a asumir los costos de ese subsidio, al pagar precios más altos.

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