CAMBRIDGE – Durante más de una década, numerosos economistas -principalmente, pero no exclusivamente, de izquierda- han dicho que los beneficios potenciales de usar deuda para financiar el gasto del gobierno superan con creces cualquier costo asociado. La noción de que las economías avanzadas podrían sufrir como consecuencia de un sobreendeudamiento prácticamente se descartó, y muchas veces se llegó a ridiculizar a las voces discrepantes. Hasta el Fondo Monetario Internacional, tradicionalmente un defensor incondicional de la prudencia fiscal, comenzó a respaldar altos niveles de estímulo financiado con deuda.
CAMBRIDGE – Durante más de una década, numerosos economistas -principalmente, pero no exclusivamente, de izquierda- han dicho que los beneficios potenciales de usar deuda para financiar el gasto del gobierno superan con creces cualquier costo asociado. La noción de que las economías avanzadas podrían sufrir como consecuencia de un sobreendeudamiento prácticamente se descartó, y muchas veces se llegó a ridiculizar a las voces discrepantes. Hasta el Fondo Monetario Internacional, tradicionalmente un defensor incondicional de la prudencia fiscal, comenzó a respaldar altos niveles de estímulo financiado con deuda.