BERLÍN – La reciente Convención Nacional Republicana fue escandalosa por muchas razones –desde el mal uso de la Casa Blanca como un sitio de campaña (en violación de la Ley Hatch y de normas de larga data) y la mendacidad descarada de sus oradores, hasta el desfile de los familiares de Trump-. En medio del espectáculo chabacano de la transformación del Partido Republicano en una subsidiaria de la Organización Trump, se destacó un aspecto sorprendente: el partido no ofreció ninguna plataforma. La única promesa de los republicanos, aparentemente, es “respaldar de manera entusiasta la agenda de Estados Unidos primero del presidente”.
En cierto modo, eludir una plataforma política se puede leer como una estrategia inteligente para aislar al partido de Donald Trump el individuo. En caso de que Trump sea derrotado en noviembre, los miembros del establishment del Partido Republicano pueden desentenderse y decir que sólo era un líder poco popular que perdió; los principios de larga data del partido se mantienen sólidos.
Sin embargo, una interpretación más factible es que la mezcla tóxica de polarización e híper-partidismo en Estados Unidos ha alcanzado un nuevo nivel de concentración. Después de haber sido vaciado por completo, al menos uno de los principales partidos políticos del país ya no cumple con su función democrática básica.
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With recent landmark legislation to support decarbonization and innovation, the United States is making up for lost time after its failed 40-year experiment with neoliberalism. But if it is serious about embracing a new paradigm, it will need to do more to help bring the rest of the world along.
explains how to minimize the political risks of new spending packages in the US and Europe.
What would a second Donald Trump presidency mean for US foreign policy and the world? While the man himself is unpredictable, his first term and his behavior since losing re-election in 2020 offer plenty of clues, none of which will be comforting to America's allies.
considers the implications of the 2024 presidential election for America's foreign policy and global standing.
BERLÍN – La reciente Convención Nacional Republicana fue escandalosa por muchas razones –desde el mal uso de la Casa Blanca como un sitio de campaña (en violación de la Ley Hatch y de normas de larga data) y la mendacidad descarada de sus oradores, hasta el desfile de los familiares de Trump-. En medio del espectáculo chabacano de la transformación del Partido Republicano en una subsidiaria de la Organización Trump, se destacó un aspecto sorprendente: el partido no ofreció ninguna plataforma. La única promesa de los republicanos, aparentemente, es “respaldar de manera entusiasta la agenda de Estados Unidos primero del presidente”.
En cierto modo, eludir una plataforma política se puede leer como una estrategia inteligente para aislar al partido de Donald Trump el individuo. En caso de que Trump sea derrotado en noviembre, los miembros del establishment del Partido Republicano pueden desentenderse y decir que sólo era un líder poco popular que perdió; los principios de larga data del partido se mantienen sólidos.
Sin embargo, una interpretación más factible es que la mezcla tóxica de polarización e híper-partidismo en Estados Unidos ha alcanzado un nuevo nivel de concentración. Después de haber sido vaciado por completo, al menos uno de los principales partidos políticos del país ya no cumple con su función democrática básica.
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