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Hacia una nueva Carta para el Mundo

ESTOCOLMO – En agosto de 1941, cuando Estados Unidos todavía no había entrado a la Segunda Guerra Mundial, el primer ministro británico Winston Churchill y el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt se reunieron en secreto frente a la costa de Terranova para discutir un posible modo de organizar el mundo después de la guerra. Apenas dos décadas atrás en Versailles ya se había intentado hacer lo mismo, pero el fracaso era evidente.

Del encuentro privado de Churchill y FDR surgió la Carta del Atlántico, que estableció un conjunto de principios compartidos e instituciones que ocho décadas después todavía definen el orden internacional. En 1944, la conferencia de Bretton Woods sentó las bases para el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras instituciones financieras globales; poco después siguió la fundación de las Naciones Unidas. Las potencias del Eje derrotadas se transformaron en dinámicas democracias con economías de mercado, y se integraron al nuevo sistema global; estructuras de seguridad cooperativas en los teatros transatlántico y del Pacífico se encargaron de mantener la estabilidad.

Después llegaron las reformas económicas en China, iniciadas a fines de los setenta, y el derrumbe de la Unión Soviética en 1991, con lo que pudo comenzar a concretarse el sueño de una gobernanza multilateral realmente global como la que imaginaba la Carta del Atlántico. En 1995, la Organización Mundial del Comercio reemplazó al Acuerdo General de Aranceles Aduaneros y Comercio de la era de Bretton Woods, y en menos de dos décadas, el comercio internacional creció desde alrededor del 40% del PIB global a más de 70% (lo que se debió en buena medida al ingreso de China a la OMC en diciembre de 2001).

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