lomborg159_Jonathan Torgovnik_Getty Images Jonathan Torgovnik/Getty Images

Que haya más que luz

PRAGA – Las vidas de las personas pudientes en los países ricos y pobres del mundo se ven enriquecidas por el acceso abundante a energía, que provee luz, alimentos frescos y agua potable, impulsa diversas tecnologías y permite controlar la temperatura.

La energía abundante transforma nuestras vidas, haciendo el trabajo de cientos de sirvientes: sin refrigeradores, tendríamos que encontrar comida fresca todos los días, los anaqueles de las tiendas estarían medio vacíos, y muchos alimentos se echarían a perder antes de poder comerlos (una de las razones por las que en 1930, el cáncer de estómago era el principal tipo de cáncer en Estados Unidos). Sin fertilizantes sintéticos (que se producen casi por completo a partir de combustibles fósiles), estaría en peligro la mitad del consumo de alimentos del mundo. Sin cocinas y calentadores modernos, tendríamos que recoger leña, y correríamos el riesgo de intoxicarnos en nuestras casas por la mortal contaminación del aire. Y sin camiones, barcos y máquinas que funcionan con combustible, casi todo el trabajo pesado tendrían que hacerlo los seres humanos.

En todo el mundo, los combustibles fósiles producen dos tercios de toda la electricidad, mientras la energía nuclear e hídrica produce otro 27%. Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la energía solar, eólica, de las olas y la bioenergía producen apenas el 9,8% de la electricidad de la OCDE, y esto es posible sólo con enormes subsidios, cuyo total acumulado este año ascendió a más de 160 000 millones de dólares. Hasta la ultraecológica Alemania todavía produce más de la mitad de la electricidad con combustibles fósiles.

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