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La segunda revolución verde será digital

ROMA – La agricultura es uno de los emprendimientos más antiguos y de mayor alcance del mundo. Satisfacer las crecientes demandas alimentarias de la población global -que se proyecta alcanzará los 10 mil millones en 2050- en medio de un cambio climático acelerado representa un acto de equilibrismo sin precedentes que exige de los seres humanos inventiva, buena gobernanza y tecnología.

La última vez que el sector agrícola pasó por un cambio sísmico como este fue cuando nuevas tecnologías, como el trigo de alto rendimiento y las semillas de arroz, los fertilizantes químicos y las tecnologías de irrigación, desataron la Revolución Verde en la década de 1960. En las tres décadas subsiguientes, se duplicó la producción de cereales en Asia, continente propenso a las hambrunas, y el trigo y el arroz se hicieron más baratos, a pesar de que la población aumentó en un 60% en este periodo.

Por desgracia, la Revolución Verde trajo consigo varios costes ambientales. La laxitud de las normativas y la generosidad de los subsidios bajaron los precios de los fertilizantes y los pesticidas, y los agricultores sin formación los utilizaron en exceso, dañando los suelos y contaminando las vías de agua. A medida que fueron avanzando los nuevos cultivos, se perdieron variedades tradicionales de plantas, lo que contribuyó a la pérdida de biodiversidad.

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