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Las lecciones de Rabin que debemos aprender

NUEVA YORK – Los asesinatos son por definición significativos porque involucran que se mate deliberadamente a una persona prominente con fines políticos. Pero no todos los asesinatos se constituyen puntos de inflexión. La Primera Guerra Mundial, por ejemplo, probablemente habría ocurrido incluso si no se hubiese asesinado al archiduque Francisco Fernando. El escenario ya estaba listo para lo que se iría a convertir en la Gran Guerra, y cualquier otra situación hubiese proporcionado la chispa inicial.

Tampoco es indiscutible que el asesinato del presidente estadounidense John F. Kennedy, por muy significativo que fue, hubiese sido un punto de inflexión histórico. Algunos dicen que de él haber vivido, hubiese limitado la participación de Estados Unidos en Vietnam, una guerra que en manos de sus sucesores a la larga cobró la vida de aproximadamente 58.000 estadounidenses. Obviamente, no hay forma de saber esto con convicción. Lo que sí se puede decir con cierto grado de certeza, sin embargo, es que el sistema político estadounidense fue lo suficientemente sólido como para que el direccionamiento general tanto de la política interna como de la política exterior no dependiera de una sola persona.

En cambio, se puede decir casi con total certeza que el asesinato del primer ministro israelí Yitzhak Rabin perpetrado por un extremista judío de derecha hace 25 años fue un punto de inflexión en Oriente Medio. La razón es clara: Rabin bien pudo haber sido el único líder israelí de su generación dispuesto y capaz de lograr la paz con los palestinos que viven bajo la ocupación israelí. Vio la necesidad de comprometerse y fue lo suficientemente fuerte como para asumir riesgos calculados y persuadir a la mayoría de los israelíes de que era prudente hacerlo.

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