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La tacañería de los miembros de la OMS pone en riesgo la salud

LONDRES/GINEBRA – Parece mentira, pero es cierto: en plena crisis de la COVID‑19, los estados miembros de la Organización Mundial de la Salud todavía se preguntan si deben aumentar, y cuánto, sus aportes financieros periódicos a la organización, cuya labor sigue salvando vidas dentro y fuera de sus fronteras.

Algunos tal vez crean que la OMS está bien financiada, pero no es así. La estructura presupuestaria actual de la OMS le dificulta cumplir la función de ser el principal organismo de salud pública internacional, ya que menos del 20% de su presupuesto procede de los aportes periódicos de los estados miembros («contribuciones señaladas»). El hecho de depender en gran medida de contribuciones voluntarias (de estados miembros y otros aportantes) afecta seriamente la capacidad de la OMS para cumplir sus funciones básicas, la expone a presiones políticas y sesga sus prioridades en favor de las preferencias de países individuales.

La necesidad urgente de apoyar la tarea crucial de la OMS para superar la crisis de la pandemia y alcanzar el objetivo de «salud para todos» es evidente, lo mismo que el liderazgo indispensable de la organización en salud pública mundial. La OMS es el mecanismo de coordinación global más importante para la preparación y la respuesta ante pandemias y otras amenazas sanitarias, y brinda a todos los países un servicio público vital. Por eso es imperioso que los estados miembros apoyen las propuestas de un grupo de trabajo de la OMS para que se reforme el sistema de financiación del organismo, que incluyen aumentar de 16% a 50% la proporción del presupuesto cubierta por las contribuciones señaladas.

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