

From semiconductors to electric vehicles, governments are identifying the strategic industries of the future and intervening to support them – abandoning decades of neoliberal orthodoxy in the process. Are industrial policies the key to tackling twenty-first-century economic challenges or a recipe for market distortions and lower efficiency?
WASHINGTON, DC – Mientras Canadá, México y Estados Unidos se embarcan en la quinta ronda de negociaciones para modernizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte –una empresa de pronóstico incierto–, en el resto de las Américas los gobiernos afrontan un dilema mucho más fundamental: ¿quién será su principal socio comercial en el futuro: Estados Unidos, Europa o China?
Durante más de un siglo, la respuesta a esa pregunta caía de maduro: “EE UU”. Su proximidad geográfica, su grado de influencia, y su enorme poderío económico lo convirtieron en el centro natural de atención en materia comercial para América Latina. De hecho, la región es el primer o segundo socio comercial para 37 de los 50 estados de la Unión.
En 2016 las empresas estadounidenses exportaron a América Latina y el Caribe bienes y servicios por un total de US$515.000 millones, casi el triple de lo que le vendieron a China. Además, mientras que EE UU tiene un déficit comercial recurrente con China, Washington por lo común se anota un superávit con sus socios del sur, que suelen mostrar gran predilección por los productos de alto valor y los sofisticados servicios que proveen las empresas estadounidenses.
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