Un yerro no se remedia con otro en el FMI y el Banco Mundial

Hay que retroceder en el tiempo hasta el “Año de los tres Papas” (1978) para encontrar un drama de sucesión tan extraño como el que ha estado ocurriendo en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial, los dos pilares del sistema financiero global. Hace dos meses, el Presidente del BM Paul Wolfowitz renunció en medio de una extraordinaria rebelión del personal y una debacle en la capacidad de gobierno. Hoy su contraparte en el Fondo Monetario Internacional, el ex Ministro de Finanzas español Rodrigo Rato, ha golpeado a los principales actores del sistema con la noticia de que él también dejará su cargo en octubre.

Perder al jefe de una institución prestataria internacional es una desgracia, perder dos parece descuido (mis excusas a Oscar Wilde). Puesto que ocurre en el décimo aniversario de la crisis financiera asiática, el caldero en el que se forjaron los mercados ultralíquidos de hoy, abundan las teorías sobre una conspiración.

Francamente, si nos apegamos a lo que llega al público, las dos renuncias parecen como el día y la noche. Cuando finalmente Wolfowitz se vio obligado a salir del cargo, el personal del Banco estaba exultante de alegría. En contraste, la mayor parte del personal del FMI parece estar genuinamente atribulado por la partida de Rato.

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