trump at nato Emmanuel Dunand/AFP/Getty Images

La ruptura transatlántica

PARÍS – El parque nacional de Thingvellir, unos 50 kilómetros al este de Reykjavik, es el sitio histórico más importante de Islandia. Es el lugar donde los vikingos fundaron el primer parlamento democrático en el año 930, y donde la República de Islandia proclamó su independencia de Dinamarca en 1944. También está asentado sobre una enorme fractura geológica, donde la pequeña placa Hreppafleki forma una ruptura estrecha entre las placas tectónicas de Norteamérica y Eurasia. En el entorno geopolítico actual, el simbolismo es potente.

Sin duda, existe una ruptura entre Estados Unidos y Europa. La placa Hreppafleki puede representar a China, que ha reclamado su posición en el máximo nivel de las potencias globales -una situación para la cual Estados Unidos y Europa parecen no haber coincidido en una respuesta-. O quizá sea más preciso decir que Hreppafleki representa al presidente norteamericano, Donald Trump, cuyas repetidas provocaciones -inclusive con respecto a China- han consumido la buena voluntad transatlántica, minando a la vez el papel de Estados Unidos en el mundo.

La Guerra Fría, de 1945 a 1989, se caracterizó por un orden mundial bipolar en el que la estabilidad dependía de un equilibrio del terror nuclear. Después de 1989, surgió un orden más esperanzador, liderado por un Estados Unidos hegemónico, aunque todavía estuviera desestabilizado por fuerzas como el terrorismo internacional. Pero ahora hemos entrado en una nueva fase, en la que Estados Unidos está alejándose activamente del resto del mundo, violando una norma detrás de la otra.

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