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Un G-8 que no rinde cuentas

NUEVA YORK – Al organizar la Cumbre de 2010 del G-8, en el que participan las principales economías (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Rusia, el Reino Unido y los Estados Unidos), el primer ministro canadiense, Stephen Harper, hizo un llamado para que fuera una "cumbre de rendición de cuentas", para que el G-8 asumiera la responsabilidad por las promesas que ha hecho a lo largo de los años. Hagamos, pues, nuestro propio balance de la actuación del G-8. La respuesta es, lamentablemente, una calificación de reprobado. Este año, el G-8 ilustra la diferencia entre la pose para la foto y la gobernanza global seria.

De todas las promesas que ha hecho el G-8, la más importante fue la que le hizo a los más pobres del mundo en la Cumbre de Gleneagles, Escocia en 2005. El G-8 prometió que para este año, aumentaría la asistencia al desarrollo anual para los pobres del mundo en 50 mil millones de dólares en comparación con 2004. La mitad de ese aumento, es decir, 25 mil millones al año, se dedicarían a África.

El G-8 se quedó muy lejos de esa meta, especialmente con respecto a África. La ayuda total aumentó alrededor de 40 mil millones de dólares, en lugar de 50 mil millones, y la ayuda para África creció entre 10 y 15 mil millones de dólares al año en lugar de 25 mil millones. Si se mide de manera adecuada, la diferencia es incluso mayor, porque las promesas que se hicieron en 2005 debieron ajustarse a la inflación. Si se replantean esos compromisos en términos reales, la ayuda total debió haber aumentado en alrededor de 60 mil millones de dólares, y la destinada a África en alrededor de 30 mil millones.

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