Los hijos también ascienden

La inminente sucesión de Ilam Aliyev para reemplazar a su padre moribundo, Haider Aliyev, como gobernante de Azerbaiján, señala un triunfo del nepotismo a una escala en la que otros líderes poscomunistas sólo pueden soñar. Pero la política dinástica de Azerbaiján dista de ser excepcional. Un Bush prácticamente sucedió al otro como presidente de Estados Unidos, y el hijo del fundador de Singapur, Lee Kwan Hew, se va a convertir en el premier de ese país. En efecto, los líderes con sueños dinásticos han plagado a la India, las Filipinas, Indonesia, Sri Lanka, Haití y muchos otros países.

A pesar del "derecho divino" al monopolio sobre el poder que se autoconferían los comunistas, otros sistemas han resultado mucho más vulnerables a los espasmos monárquicos. Hasta la llegada de los Aliyev, sólo el absolutamente loco Kim Il Sung en Corea del Norte había logrado ungir a su hijo sobre un trono rojo. De ahí en fuera, los patriarcas comunistas (y sus sucesores poscomunistas que con frecuencia no son mucho más democráticos) no han considerado pertinente enfrentar a sus descendientes contra de la extendida burocracia institucional que dejó el leninismo. ¿Por qué?

Por su naturaleza, el comunismo (cuya burocracia sigue existiendo casi sin cambios en los países de la exUnión Soviética) generó grupos de presión y clanes con una fuerza combinada que ni las familias más unidas pueden aspirar a superar. Como resultado, los poscomunistas prefieren colocar a sus hijos en empleos comerciales lucrativos donde puedan amasar fortunas en divisas extranjeras (incluso el presidente Aliyev preparó a su hijo para el poder instalándolo como vicepresidente de SOCAR, el enormemente lucrativo monopolio estatal del petróleo).

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