El destino de Siria con un G-Cero

NUEVA YORK – El G-20 ha concluido su reunión y sus debates durante los almuerzos sobre qué hacer respecto de las acusaciones de que el Presidente de Siria, Bashar Al Asad, ha utilizado un gas venenoso para matar a más de 1.400 personas de su propio pueblo. Francia, Gran Bretaña, Turquía y el Canadá expresaron en grados diversos su apoyo al llamamiento del Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, en pro de una acción militar, mientras que el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, llamó mentiroso al Secretario de Estado de los EE.UU. John Kerry y afirmó que las pruebas contra Asad no eran concluyentes. Rusia y China insistieron en que los EE.UU. no pueden adoptar medidas sin la aprobación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde vetarán cualquier iniciativa de esa clase. Desde los márgenes, la Unión Europea y el papa Francisco advirtieron que no es posible una “solución militar” en Siria.

Dicho de otro modo, todo sucedió como se esperaba. Los americanos, los franceses y otros siguieron presionando a los rusos para que reconocieran que el Gobierno de Siria había utilizado armas químicas; los rusos, deseosos de proteger a su aliado sirio, rechazaron las pruebas por considerarlas no concluyentes, y la carnicería continúa. Ahora el centro de atención sobre la lucha se ha trasladado al Congreso de los EE.UU., donde una rara coalición de demócratas liberales y republicanos aislacionistas intentará bloquear los planes del Presidente.

Quienes desearían detener el derramamiento de sangre no tienen buenas opciones. Así es en el caso de Obama, en el de los europeos preocupados con los quebraderos de cabeza políticos internos y en el de los dirigentes árabes deseosos de ver desplomarse el gobierno de Asad, pero reacios a decirlo en público.

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