MADRID – Por primera vez en siglos, el foco de la economía global está desplazándose hacia el este. Estados Unidos ha comenzado a dar un “giro” en dirección a Asia, y sus relaciones con China, en particular, parecen estar todo el tiempo al borde de la trampa de Tucídides (nombre dado a aquella recurrencia histórica por la que parece inevitable que entre una potencia en ascenso y otra ya instalada surja un conflicto). Mientras, en el centro de la escena internacional, Estados Unidos y China se observan con cautela. ¿Cuál es el papel de Europa?
La Unión Europea está hoy en una encrucijada histórica, que también la obliga a dar su propio giro hacia Oriente y adoptar una estrategia coherente y decisiva que aproveche las ventajas que tiene. Si bien la Unión Europea cuenta con una población que es apenas la quinta parte de las de China e India combinadas, y su presencia militar en Asia es mínima, la economía europea —con un valor de 12,6 billones de euros (16,8 billones de dólares)— es la más grande del mundo.
Asia demanda un giro a medida por parte de Europa. En la actualidad, el continente asiático en su conjunto es el principal socio comercial de la UE (por encima del norteamericano) y constituye la tercera parte del total del comercio europeo. El valor del comercio con China asciende por sí solo a más de mil millones de euros al día, una cifra sólo superada por el valor del comercio con Estados Unidos.
Además, la Unión Europea cuenta con una ventaja hasta cierto punto paradójica: no es una potencia del Pacífico y no se asocia con la connotación de superpotencia en Asia. Esto, lejos de ser una debilidad, es precisamente el origen de las fortalezas potenciales de la UE en Asia, ya que le brinda un grado de soltura diplomática al que un peso pesado como Estados Unidos no puede aspirar.
El giro estratégico de Estados Unidos hacia Oriente tropieza a cada paso con su liderazgo histórico y su carácter de potencia militar y garante de la seguridad de sus aliados asiáticos. Aunque se lo presente bajo el nombre de “reequilibrio”, el giro asiático de Estados Unidos levanta sospechas en algunos países de la región, especialmente China. Pero Europa, en cambio, puede aprovechar su soltura para ejecutar un giro más “hábil”.
La Unión Europea debe vincularse con Asia en al menos tres campos que pueden ser ventajosos para ambas partes: comercial, interregional e internacional. De los tres, el más importante es el comercial. La UE está negociando con varias de las pujantes economías asiáticas (entre ellas, Corea del Sur, Singapur, Malasia, India, Vietnam, Japón y Tailandia) acuerdos de libre comercio que exceden en mucho el alcance de los tratados bilaterales anteriores. Con estos acuerdos, y mientras se espera la concreción de tratados de escala regional, la UE continúa dando pruebas de su compromiso decidido con el libre comercio.
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Pero los flujos comerciales no están exentos de riesgos. Por supuesto, las relaciones económicas entre estados fomentan la interdependencia y de ese modo disminuyen el riesgo de conflictos, aunque no su desaparición. Pero cuando el conflicto está presente, el coste es mayor: el año pasado, el resurgimiento de la disputa territorial entre Japón y China por las islas Senkaku/Diaoyu provocó en apenas tres meses una caída del 80% en las exportaciones de autos japoneses a China.
He aquí una de los grandes desafíos de Asia: a pesar del alto grado de integración económica, no se han creado todavía instituciones regionales capaces de asegurar la estabilidad necesaria para una prosperidad sostenida. Por el contrario, Asia todavía sufre las consecuencias de conflictos históricos no resueltos, periódicos rebrotes nacionalistas y disputas territoriales.
Una manera de lograr la estabilidad a largo plazo en Asia sería mediante la integración regional, que es el segundo campo de posible vinculación entre la UE y Asia. Hoy es casi inconcebible un conflicto armado entre los Estados Miembros de la UE, y va a hacer cien años del estallido de la Primera Guerra Mundial. Lo que ha hecho posible el paso de un estado de guerra recurrente (y devastadora) a un estado de paz y prosperidad ha sido la construcción institucional de la UE.
Pero crear una arquitectura como esa es una tarea hercúlea, que a Europa le llevó décadas y que todavía no ha terminado. A lo largo del tiempo, la Unión Europea ha encontrado problemas y crisis que revelaron fallas en su diseño institucional; pero siempre se han logrado hacer las reformas necesarias para fortalecer a la Unión. Sin el menor asomo de paternalismo, y admitiendo su condición de obra imperfecta y en construcción, la UE debería profundizar su vinculación con las estructuras actualmente presentes en Asia y ofrecer su experiencia allí donde sea posible; por ejemplo, en la futura adopción de un modelo tripartito (político-militar, económico y sociocultural) por parte del grupo ASEAN en 2015.
En el campo internacional, la UE y China pueden descubrir que son socios naturales en cuestiones fundamentales. China recibe cada vez más presión para asumir un papel en política internacional acorde a su importancia económica. Es precisamente aquí donde China podría hallar en Europa un socio insuperable, sea en un formato G-3 con Estados Unidos o mediante mecanismos puntuales de cooperación bilateral.
Tomemos el caso de Medio Oriente. El vacío que deja en la región la retirada de Estados Unidos, impulsada por su revolución energética, crea una ocasión para la cooperación entre China y Europa. Conforme aumente la dependencia china de los recursos de Medio Oriente (en 2035, el 90% de las exportaciones de petróleo de la región irán destinadas a China), se agudizará también la necesidad de estrechar la vinculación con los estados productores de petróleo. La experiencia que otorga a Europa su cercanía con Medio Oriente podría convertirla en el socio estratégico de China para abordar esta problemática.
Mientras tanto, hay otro gigante asiático, Japón, que también está cobrando cada vez más importancia gracias al enérgico programa de estímulo del primer ministro Shinzo Abe. Europa debe preservar la solidez de sus vínculos con este país, tercera economía del mundo. Japón, a través de las negociaciones para el Acuerdo Trans-Pacífico con Estados Unidos y otras economías de Asia y América, está haciendo enormes avances hacia el libre comercio y reforzando su vinculación con la región. En este sentido, se espera que el ambicioso acuerdo bilateral de comercio entre Japón y la Unión Europea, que está actualmente en elaboración, aumente en hasta un tercio el comercio entre ambas partes.
En cualquier estrategia integral de aproximación hacia Asia, la fortaleza de la Unión Europea depende de la integración de sus partes. Algunos países europeos tienen la tentación de relacionarse con las potencias asiáticas por separado, y China suele favorecer los acuerdos bilaterales, pero renacionalizar la política exterior de los países de la UE sería contraproducente. El viaje desde Europa hasta Oriente requiere de una nave grande y resistente, capaz de superar las turbulencias del futuro en las que una flotilla de embarcaciones menores correría riesgo de naufragar.
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Tech companies know that if there is an open, democratic debate about data security, consumers’ concerns about digital safeguards will win out. And while the industry's lobbyists tried to ensure that no such debate could ever occur, one of their more cynical moves has now been exposed and thwarted.
details how the industry tried to slip extraordinary protections against regulation into US trade agreements.
If we measure a failed state by the cracks in the edifice of its power, reflected in brewing ideological civil wars, deadlocked assemblies, and increasingly insecure public spaces, we must recognize that the United States is not so unlike Haiti. Both have given rise to violent gangs with political ambitions.
warns that rich Western democracies are not immune to politically motivated gang violence.
MADRID – Por primera vez en siglos, el foco de la economía global está desplazándose hacia el este. Estados Unidos ha comenzado a dar un “giro” en dirección a Asia, y sus relaciones con China, en particular, parecen estar todo el tiempo al borde de la trampa de Tucídides (nombre dado a aquella recurrencia histórica por la que parece inevitable que entre una potencia en ascenso y otra ya instalada surja un conflicto). Mientras, en el centro de la escena internacional, Estados Unidos y China se observan con cautela. ¿Cuál es el papel de Europa?
La Unión Europea está hoy en una encrucijada histórica, que también la obliga a dar su propio giro hacia Oriente y adoptar una estrategia coherente y decisiva que aproveche las ventajas que tiene. Si bien la Unión Europea cuenta con una población que es apenas la quinta parte de las de China e India combinadas, y su presencia militar en Asia es mínima, la economía europea —con un valor de 12,6 billones de euros (16,8 billones de dólares)— es la más grande del mundo.
Asia demanda un giro a medida por parte de Europa. En la actualidad, el continente asiático en su conjunto es el principal socio comercial de la UE (por encima del norteamericano) y constituye la tercera parte del total del comercio europeo. El valor del comercio con China asciende por sí solo a más de mil millones de euros al día, una cifra sólo superada por el valor del comercio con Estados Unidos.
Además, la Unión Europea cuenta con una ventaja hasta cierto punto paradójica: no es una potencia del Pacífico y no se asocia con la connotación de superpotencia en Asia. Esto, lejos de ser una debilidad, es precisamente el origen de las fortalezas potenciales de la UE en Asia, ya que le brinda un grado de soltura diplomática al que un peso pesado como Estados Unidos no puede aspirar.
El giro estratégico de Estados Unidos hacia Oriente tropieza a cada paso con su liderazgo histórico y su carácter de potencia militar y garante de la seguridad de sus aliados asiáticos. Aunque se lo presente bajo el nombre de “reequilibrio”, el giro asiático de Estados Unidos levanta sospechas en algunos países de la región, especialmente China. Pero Europa, en cambio, puede aprovechar su soltura para ejecutar un giro más “hábil”.
La Unión Europea debe vincularse con Asia en al menos tres campos que pueden ser ventajosos para ambas partes: comercial, interregional e internacional. De los tres, el más importante es el comercial. La UE está negociando con varias de las pujantes economías asiáticas (entre ellas, Corea del Sur, Singapur, Malasia, India, Vietnam, Japón y Tailandia) acuerdos de libre comercio que exceden en mucho el alcance de los tratados bilaterales anteriores. Con estos acuerdos, y mientras se espera la concreción de tratados de escala regional, la UE continúa dando pruebas de su compromiso decidido con el libre comercio.
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He aquí una de los grandes desafíos de Asia: a pesar del alto grado de integración económica, no se han creado todavía instituciones regionales capaces de asegurar la estabilidad necesaria para una prosperidad sostenida. Por el contrario, Asia todavía sufre las consecuencias de conflictos históricos no resueltos, periódicos rebrotes nacionalistas y disputas territoriales.
Una manera de lograr la estabilidad a largo plazo en Asia sería mediante la integración regional, que es el segundo campo de posible vinculación entre la UE y Asia. Hoy es casi inconcebible un conflicto armado entre los Estados Miembros de la UE, y va a hacer cien años del estallido de la Primera Guerra Mundial. Lo que ha hecho posible el paso de un estado de guerra recurrente (y devastadora) a un estado de paz y prosperidad ha sido la construcción institucional de la UE.
Pero crear una arquitectura como esa es una tarea hercúlea, que a Europa le llevó décadas y que todavía no ha terminado. A lo largo del tiempo, la Unión Europea ha encontrado problemas y crisis que revelaron fallas en su diseño institucional; pero siempre se han logrado hacer las reformas necesarias para fortalecer a la Unión. Sin el menor asomo de paternalismo, y admitiendo su condición de obra imperfecta y en construcción, la UE debería profundizar su vinculación con las estructuras actualmente presentes en Asia y ofrecer su experiencia allí donde sea posible; por ejemplo, en la futura adopción de un modelo tripartito (político-militar, económico y sociocultural) por parte del grupo ASEAN en 2015.
En el campo internacional, la UE y China pueden descubrir que son socios naturales en cuestiones fundamentales. China recibe cada vez más presión para asumir un papel en política internacional acorde a su importancia económica. Es precisamente aquí donde China podría hallar en Europa un socio insuperable, sea en un formato G-3 con Estados Unidos o mediante mecanismos puntuales de cooperación bilateral.
Tomemos el caso de Medio Oriente. El vacío que deja en la región la retirada de Estados Unidos, impulsada por su revolución energética, crea una ocasión para la cooperación entre China y Europa. Conforme aumente la dependencia china de los recursos de Medio Oriente (en 2035, el 90% de las exportaciones de petróleo de la región irán destinadas a China), se agudizará también la necesidad de estrechar la vinculación con los estados productores de petróleo. La experiencia que otorga a Europa su cercanía con Medio Oriente podría convertirla en el socio estratégico de China para abordar esta problemática.
Mientras tanto, hay otro gigante asiático, Japón, que también está cobrando cada vez más importancia gracias al enérgico programa de estímulo del primer ministro Shinzo Abe. Europa debe preservar la solidez de sus vínculos con este país, tercera economía del mundo. Japón, a través de las negociaciones para el Acuerdo Trans-Pacífico con Estados Unidos y otras economías de Asia y América, está haciendo enormes avances hacia el libre comercio y reforzando su vinculación con la región. En este sentido, se espera que el ambicioso acuerdo bilateral de comercio entre Japón y la Unión Europea, que está actualmente en elaboración, aumente en hasta un tercio el comercio entre ambas partes.
En cualquier estrategia integral de aproximación hacia Asia, la fortaleza de la Unión Europea depende de la integración de sus partes. Algunos países europeos tienen la tentación de relacionarse con las potencias asiáticas por separado, y China suele favorecer los acuerdos bilaterales, pero renacionalizar la política exterior de los países de la UE sería contraproducente. El viaje desde Europa hasta Oriente requiere de una nave grande y resistente, capaz de superar las turbulencias del futuro en las que una flotilla de embarcaciones menores correría riesgo de naufragar.
Traducción: Esteban Flamini