bd91e103f863879c04976c00_pa3731c.jpg Paul Lachine

Atenazados por un conflicto de poderes en Asia

CANBERRA –China va camino de superar a los Estados Unidos como mayor potencia económica del planeta, y su renuencia a aceptar el dominio estadounidense sobre el Pacífico Occidental es cada vez más evidente. A la par que esto acontece, los aliados y amigos de los Estados Unidos en la región Asia-Pacífico están cada vez más preocupados por sus perspectivas estratégicas a más largo plazo. La hipótesis que más temen los gobernantes, desde Seúl hasta Canberra, es un juego de suma cero en el que se vean obligados a elegir entre su gran dependencia económica de China y su todavía enorme dependencia militar de los EE. UU.

Nadie cree que la relación entre los EE. UU. y China vaya a aguarse en un futuro cercano, sobre todo si se tiene en cuenta la relación de consumo y crédito que en la actualidad vincula a ambos países en una estrecha interdependencia. Pero el panorama que se espera de aquí a una o dos décadas ya es tema de un cúmulo de análisis y comentarios, donde se destacan las tensiones que desde hace mucho tiempo infestan el mar de China meridional, que cada tanto afloran en el mar de China oriental y que acechan desde siempre en el Estrecho de Taiwán. ¿Hay algo que puedan hacer los países de la región, visto su entrecruzamiento de intereses y lealtades, para evitar las dificultades que sin duda enfrentarían si la competencia entre los EE. UU. y China se tornara violenta?

Es probable que ninguno de nuestros países, tomado por separado, pueda ejercer mucha influencia en la situación general. Pero actuando en conjunto, Japón, Corea del Sur, los principales miembros de la ASEAN y Australia podrían enviar a China y a los EE. UU. varios mensajes muy eficaces (algunos de ellos contemporizadores, otros no tanto), que indiquen claramente la contribución que cada uno puede hacer al mantenimiento de la estabilidad regional.

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