Descifrando el Debate Sobre la Globalización

CAMBRIDGE: La confusión es la suprema soberana en el acalorado debate acerca de la globalización. Para algunos, la globalización es el camino que deben seguir los países pobres para alcanzar la prosperidad y al parecer ciertos países, como Singapur, Taiwan, Korea y Chile, entre otros, se han enriquecido en los últimos 25 años aplicando una estrategia económica basada en el incremento de las exportaciones y la participación en la economía global. Para otros, la globalización es una maldición, pues deja a los países pobres cada vez más y más atrás. Sin duda, los países de África en los que se han aplicado programas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM) están todavía hundidos en la pobreza. Son pocos los beneficios que han obtenido de todos esos programas generados en Washington. De tal forma, ¿quién tiene la razón en este debate que se filtró hasta las calles de Seattle, Washington, y ahora las de Praga, durante el ciclo de reuniones internacionales sobre economía del último año?

La respuesta, por supuesto, es que la vida es más complicada que pensar en la globalización como la panacea o como la peor maldición. Los desafíos son distintos en cada parte del mundo. Para algunos países, la globalización es una herramienta bastante confiable para alcanzar el éxito; para otros, tendrá un mínimo efecto por sí sola, pues las crisis sociales y económicas que sufren no pueden superarse con sólo participar en el libre comercio o hacer reformas de mercado.

Primero, las caracerísticas geográficas del territorio de algunos países son un gran problema -- consideremos las tierras altas de los Andes, las regiones montañosas de Irán, Irak y Afganistán; las naciones de África que no tienen salida al mar, como Rwanda, Burundi o Burkina Faso, o las regiones del Asia Central en las que sucede lo mismo. Para estos países la globalización no representa gran ayuda. Están, en general, atrapados en la pobreza o en el aislamiento económico. Para ellos, la globalización no es una maldición, pero está lejos de ser una solución.

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