Paz mediante un fútbol superior

Cuando se desea paz en el Oriente Medio, prácticamente una tradición de Año Nuevo, hay que andarse con cuidado, pues tantas esperanzas se han desvanecido en el amargo fracaso de tantas negociaciones. Sin embargo, tenemos un deseo para el Oriente Próximo, uno que, si bien tal vez no traiga la paz, puede crear una de sus precondiciones: buena voluntad. Israel y Palestina deberían apostar postular juntas a ser anfitriones de la Copa Mundial de Fútbol 2018, y se les debería otorgar ese honor.

El conflicto entre Israel y Palestina ha durado demasiado tiempo. La conferencia de paz de Annapolis puso fin a un congelamiento de siete años de las negociaciones, y en ella el Presidente George W. Bush pidió a los principales protagonistas del conflicto que llegaran a un acuerdo para fines del año 2008.

Nada nos impide esperar que para entonces se pueda haber llegado a una paz justa y equitativa. No hay ninguna maldición que haga que palestinos e israelíes no puedan vivir codo a codo y en paz. Cuando hay voluntad, hay una manera.

Sin embargo, dar alas a la voluntad de lograr una paz duradera depende de más que negociaciones políticas. Los israelíes y palestinos necesitan una fuente fundamental de solidaridad si es que alguna vez han de solucionar sus grandes desacuerdos y evitar que aquellos más pequeños se conviertan en violencia.

Si bien el fútbol no puede solucionar los principales problemas estratégicos de la región, tiene mucho que aportar al respecto. El fútbol moviliza energías y une entusiasmos. Después de la Copa Mundial 2010 en Sudáfrica -un país donde ha echado raíces la paz- y antes del torneo de 2014 en Brasil, será el momento de seleccionar al anfitrión para 2018.

Si se llega a un acuerdo de paz antes de que se escoja la sede, una Copa Mundial 2018 que se realizara de manera conjunta en Israel y Palestina sería una oportunidad fantástica de consolidar lo que cada lado haya podido obtener. Tras ello, habría también importantes inversiones en infraestructura.

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La organización conjunta de la Copa Mundial 2018 en un lugar donde dos pueblos estuvieron una vez en guerra sería un potente símbolo de cómo el deporte puede servir la causa de la paz. De hecho, la perspectiva de ser anfitriones de la Copa Mundial sería un incentivo adicional para que israelíes y palestinos lleguen a un acuerdo. Dejemos volar la imaginación y deseemos verlos cooperando mano a mano para albergar el mayor evento deportivo del mundo.

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