From semiconductors to electric vehicles, governments are identifying the strategic industries of the future and intervening to support them – abandoning decades of neoliberal orthodoxy in the process. Are industrial policies the key to tackling twenty-first-century economic challenges or a recipe for market distortions and lower efficiency?
NEWPORT BEACH – La historia está repleta de personas e instituciones que ascendieron a posiciones de predominio para después caer. En muchos casos, la arrogancia –un sentimiento de invencibilidad alimentada por un poder incontestado– fue su perdición. En otros, sin embargo, el ascenso y la caída tuvieron que ver más con las expectativas injustificadas de personas de su entorno.
En años recientes, los bancos centrales de las economías más avanzadas han asumido una postura de toma de decisiones casi dominante. En 2008 se les convocó para corregir las disfunciones de los mercados financieros antes de que llevaran al mundo hacia la gran depresión II. En los cinco años que siguieron desde ese entonces, su participación fue aumentando para ofrecer una creciente lista de resultados financieros y económicos.
Entre más responsabilidades han ido adquiriendo los bancos centrales, mayores son las expectativas de lo que pueden lograr, sobre todo en lo que se refiere a la tan codiciada tercia de una mayor estabilidad financiera, un crecimiento económico más rápido y una progresiva creación de empleos. Y los gobiernos que algunas veces resintieron el poder de los bancos centrales ahora están felices de que les compensen sus propias fallas de gobernanza económica –tanto que algunos parlamentos parecen sentirse empoderados para repetir una y otra vez conductas irresponsables.
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