México después del PRI: las primeras impresiones sólo se dan una vez.

Honor a quien honor merece. Ernesto Zedillo, el presidente saliente de México, facilitó tanto la apertura política como la estabilidad económica que hicieron posible el salto de su país a la democracia plena. No es de extrañar que hasta los últimos momentos existió un temor latente de que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se robara las elecciones. Después de todo, eso es lo que el PRI ha hecho durante 71 años para conservar el poder y la capacidad para saquear sistemáticamente al Estado. Pero no en esta ocasión. El candidato de oposición alcanzó una victoria avasalladora con un claro mandato por la democracia y por un nuevo comienzo en todos los órdenes. México se ha desarrollado lo suficientemente bien en lo económico como para tener ya el valor de cambiar.

Ahora viene la parte difícil. El presidente entrante, Vicente Fox, pronto descubrirá que sólo se puede dar la primera impresión una vez. Es un presidente nuevo sin mucha experiencia, sin equipo y prácticamente sin agenda, fuera de sacar al PRI del poder. Por supuesto, siempre es más fácil ganar que gobernar. Las tareas del gobierno serán mucho más arduas porque en una democracia verdadera el manejo de la economía es más difícil por la necesidad de alcanzar acuerdos, el control del presupuesto es más complicado y los atajos son más tentadores.

Los mercados, después de un breve periodo de entusiasmo por el arribo de México a la madurez democrática, empezarán a hacer preguntas difíciles. El presidente electo Fox deberá introducir cambios radicales u optar por una estrategia cómoda consistente en continuar con las medidas no tan malas de hoy, es decir, conservar a algunos de los tecnócratas en el poder, hacer declaraciones en favor del libre mercado y no hacer compromisos concretos.

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