Que comiencen las negociaciones

La Unión Europea, cuyos 25 miembros representan unos 456 millones de ciudadanos, es el mayor y más audaz experimento en materia de gobierno multilateral jamás emprendido. Nuestra Unión, construida a partir de las cenizas de la guerra, es una fuerza en pro de la paz y la cooperación en un mundo caracterizado por una inseguridad y una polarización cada vez mayores. Ahora la Unión ha decidido afrontar otro empeńo audaz: el 17 de diciembre, el Consejo Europeo decidirá cuándo y en qué términos iniciar las negociaciones con Turquía sobre la adhesión. Esa decisión tendrá repercusiones fundamentales en el futuro de Europa.

Tras haber integrado con éxito a diez nuevos miembros el pasado mes de mayo, incluidos ocho antiguos países comunistas con niveles de desarrollo económico en gran medida inferiores, algunos sostienen que la UE debe pararse ahí, pero poner un límite al proceso de ampliación sería a un tiempo una oportunidad desaprovechada para la UE y un golpe cruel para los países de los Balcanes y de otras regiones para los que la perspectiva de la adhesión es un incentivo importante con vistas a la reforma y la renovación.

Grecia lo sabe perfectamente. Nuestra fe en Europa como catalizadora de la paz y la prosperidad fue la que nos movió a apoyar las aspiraciones de Turquía en la UE. Cuando el gobierno del Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK) lanzó su política de acercamiento greco-turco durante el período en que yo fui ministro de Asuntos Exteriores, muchas personas se mostraban recelosas ante la posibilidad de restablecer las relaciones con un antiguo enemigo. El cambio de actitudes arraigadas no podía suceder de la noche a la mańana: requería un proceso gradual de medidas creadoras de confianza, desde el nivel de la base hasta las alturas del poder político.

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