Abandonar Bagdad

El veneno del terrorismo ha irrumpido ahora en la labor humanitaria de las Naciones Unidas con el trágico estallido de un coche-bomba en la sede de su misión en el Iraq. Docenas de personas inocentes murieron, incluido uno de los más consumados forjadores de paz del mundo, Sergio Vieira de Mello. Como era de esperar, el Presidente Bush reafirmó su determinación de luchar contra el terrorismo. Otros dirigentes han declarado que las Naciones Unidas no deben abandonar su misión. Sin embargo, el atentado plantea interrogantes políticos que requieren respuestas. En lugar de reforzar su ocupación militar, los Estados Unidos deben abandonar el Iraq y permitir a las Naciones Unidas que continúen con su misión.

A comienzos del siglo XX, los imperios podían reprimir a las poblaciones descontentas. Ya no. Hace mucho que las ideologías nacionalista y anticolonialista, apoyadas por una alfabetización y una movilización política en aumento, han vuelto virtualmente imposible el gobierno imperial. Resulta particularmente cierto en el Oriente Medio, donde el anticolonialismo se mezcla con el fundamentalismo religioso. Fue una insensatez por parte de los Estados Unidos creer que podían desplegar tropas en el Iraq sin que hubiera un largo período de violencia y derramamiento de sangre.

Los dirigentes estadounidenses creyeron que los Estados Unidos serían recibidos como libertadores. El Gobierno de los Estados Unidos y muchos observadores creen que simplemente con que los Estados Unidos logren hacer funcionar los servicios básicos en Bagdad y tal vez atrapar a Sadam Husein se calmará la situación. El objetivo parece ser el de instalar un régimen dirigido por amigos del Pentágono, como Ahmed Chalabi. A su vez, se supone que dicho régimen invitará a permanecer más tiempo a las tropas estadounidenses y hará concesiones a la industria petrolera estadounidense.

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