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¿Cómo promover la investigación y el desarrollo?

CAMBRIDGE – Startups, incubadoras, aceleradoras, capital de "ángeles", capital de riesgo, fusiones y adquisiciones, ofertas públicas de acciones, un mercado de capital líquido, tecno-parques, una o dos universidades importantes, y un grupo de firmas de abogados especializadas. Una vez que se ha construido este ecosistema, à la Silicon Valley, se puede pasar a ser la próxima Ruta 128 de Massachusetts, el próximo "Research Triangle" (Triángulo de Investigaciones) de Carolina del Norte, o el próximo "Start-Up Israel".

Pero, si bien el éxito genera imitación, lo opuesto no suele ser el caso. Las estructuras complejas, con muchos elementos interdependientes, no se crean de la nada. Emergen de procesos idiosincráticos en los que cada innovación organizacional altera el ecosistema, haciendo factibles otros cambios. Intentar copiar el ecosistema resultante es como tratar de construir un puente sin andamios: es imposible porque la estructura no puede soportar su propio peso durante su construcción.

Claramente, hay algo muy atractivo en una estrategia de innovación basada en startups. Tiene un dejo democrático, accesible, y muy estilo California. Sin embargo, definitivamente no es la única forma de impulsar la I+D, ni tampoco la más importante, y por cierto no es la forma en que se produjeron las innovaciones principales en Estados Unidos durante el siglo XX. La estrategia alternativa se encuentra en el extremo opuesto de la distribución de tamaños de empresas –en las más grandes–.

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