NUEVA DELHI – El comité noruego del Nobel otorgó el premio Nobel de la paz de este año al Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas y declaró que su intención es que «el mundo dirija su mirada hacia los millones de personas que sufren o enfrentan la amenaza del hambre». Esos números son mayores que nunca y el sistema alimentario mundial es en gran medida el culpable.
Incluso antes de la pandemia de la COVID-19, unos 2000 millones de personas sufrían inseguridad alimentaria y cerca de 750 millones enfrentaban hambre crónica o severa. Las crisis sanitaria y económica que estallaron en 2020 empeoraron la situación mucho más aún, en parte por su impacto sobre la provisión de alimentos, pero todavía más por la creciente desigualdad y la pérdida del sustento que sufrieron personas ya vulnerables.
Esta situación era, y es, evitable. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU incluyen la erradicación del hambre para 2030. Este objetivo, el ODS2, es realmente posible: el mundo ya produce suficientes alimentos para cubrir las necesidades nutricionales básicas de todos los habitantes del planeta, pero el sistema alimentario mundial estaba ya muy roto antes de la pandemia. Gran parte de la producción de alimentos es insostenible. Tanto los alimentos como los ingresos pecuniarios están distribuidos de manera tan desigual que miles de millones de personas no pueden permitirse una alimentación sana y equilibrada. Y las corporaciones mundiales de alimentos han sesgado tanto la producción como la distribución en detrimento de los pequeños productores y los consumidores finales.
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Despite the dire predictions that have accompanied the decline of global governance, less international cooperation does not necessarily mean disaster. In fact, national governments can prioritize domestic prosperity and social cohesion over multilateralism without harming the global economy.
explains how countries can help the global economy by pursuing their own economic-policy agendas.
Although Russia's war in Ukraine has galvanized Polish society and elevated the country's status internationally, it is also obscuring some deeply troubling domestic political developments. Whether liberal democracy will prevail over reactionary authoritarianism in Poland is now an open question.
about recent domestic and geopolitical developments that will shape the country's future.
NUEVA DELHI – El comité noruego del Nobel otorgó el premio Nobel de la paz de este año al Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas y declaró que su intención es que «el mundo dirija su mirada hacia los millones de personas que sufren o enfrentan la amenaza del hambre». Esos números son mayores que nunca y el sistema alimentario mundial es en gran medida el culpable.
Incluso antes de la pandemia de la COVID-19, unos 2000 millones de personas sufrían inseguridad alimentaria y cerca de 750 millones enfrentaban hambre crónica o severa. Las crisis sanitaria y económica que estallaron en 2020 empeoraron la situación mucho más aún, en parte por su impacto sobre la provisión de alimentos, pero todavía más por la creciente desigualdad y la pérdida del sustento que sufrieron personas ya vulnerables.
Esta situación era, y es, evitable. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU incluyen la erradicación del hambre para 2030. Este objetivo, el ODS2, es realmente posible: el mundo ya produce suficientes alimentos para cubrir las necesidades nutricionales básicas de todos los habitantes del planeta, pero el sistema alimentario mundial estaba ya muy roto antes de la pandemia. Gran parte de la producción de alimentos es insostenible. Tanto los alimentos como los ingresos pecuniarios están distribuidos de manera tan desigual que miles de millones de personas no pueden permitirse una alimentación sana y equilibrada. Y las corporaciones mundiales de alimentos han sesgado tanto la producción como la distribución en detrimento de los pequeños productores y los consumidores finales.
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