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Innovación sanitaria para todos

LONDRES – A pesar de los múltiples avances tecnológicos en la lucha para controlar el COVID-19, en 2021 murió el doble de gente como consecuencia del virus que en 2020. La variante ómicron es un triste recordatorio de que las vacunas efectivas son apenas el primer paso para derrotar a la pandemia. Hasta que no establezcamos un proceso para fabricar vacunas en escala y distribuirlas donde sean necesarias, no tendremos la capacidad colectiva para frenar esta pandemia o alguna otra futura.

La vergonzosa desigualdad en la distribución global de vacunas demuestra que no podemos depender únicamente de monopolios, imperativos comerciales y esfuerzos de beneficencia si queremos alcanzar el objetivo de “Salud para Todos” de la Organización Mundial de la Salud. Como concluye el Panel Independiente para la Preparación y Respuesta a la Pandemia de la OMS, necesitamos un sistema de innovación integral, coordinado a nivel global, en el que las reglas de propiedad intelectual (PI) y las políticas fiscales estén destinadas a respaldar la colaboración entre los sectores público y privado. La cantidad y calidad del financiamiento deben reestructurarse en torno al objetivo primordial de brindar tecnologías sanitarias esenciales como un bien común global.

El valor en la innovación sanitaria es creado por muchos participantes, entre ellos instituciones de investigación, corporaciones, gobiernos, organizaciones internacionales, filantropías, científicos y participantes de ensayos. Los frutos de este trabajo colectivo no deberían estar exclusivamente en manos de las compañías farmacéuticas cuya principal prioridad es maximizar los retornos de los accionistas. Este modelo extractivo ha prolongado la pandemia y ha socavado la recuperación económica.

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