singer227_MOHAMMED ABEDAFP via Getty Images_gaza Mohammed Abed/AFP via Getty Images

Mientras asesinan inocentes en Israel y Gaza

MELBOURNE – El mes pasado me invitaron, junto con otros académicos de la Universidad de Princeton, a ver una compilación de filmaciones sin editar tomadas por cámaras GoPro que llevaban encima hombres de Hamás mientras asesinaban a civiles el 7 de octubre en Israel. También había material audiovisual procedente de dashcams y cámaras de control de tránsito, comunicaciones intervenidas y teléfonos de las víctimas.

En la invitación se avisaba que el material mostraba escenas de violencia y asesinato horribles. En general evito ver películas violentas, así que mi respuesta instintiva hubiera sido rechazar la invitación. Pero puesto que a menudo he señalado los avances que hemos hecho a lo largo de los milenios en ampliar el círculo de nuestras preocupaciones éticas, decidí que no podía negarme a ver algo que podía poner en duda mi optimismo.

«Maldad» no es una palabra que use a menudo, pero lo que vi fue maldad en su expresión más pura: hombres armados con rifles de asalto yendo de casa en casa en un kibbutz y matando a tiros a familias indefensas y aterrorizadas, grabando sus asesinatos y gritando «Dios es grande». Matan a un padre delante de sus dos hijos pequeños. Le cortan la cabeza a una de sus víctimas y dicen que se la darán a la muchedumbre para que juegue. Vemos jóvenes en un festival de música, presas del pánico, asesinados a tiros mientras tratan de ocultarse o huir. Y según las cifras oficiales israelíes, eso que veía era sólo una fracción de los 1200 asesinatos que cometieron ese día las fuerzas de Hamás.

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