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Grecia, un canario en una mina de oro mundial

ATENAS – El país de la eurozona que llegó a ser sinónimo de insolvencia hoy es para algunos un tesoro. Los inversores que hace unos años compraron activos griegos pueden festejar unos rendimientos que ningún otro mercado podía ofrecer. Pero como siempre, cuando una oportunidad parece demasiado buena para ser real, es probable que no lo sea. Y esta puede ser presagio de la próxima fase de la crisis global.

Un inversor que en 2013 compró bonos alemanes obtuvo, a estas alturas, un rendimiento del 7%, mientras que comprando un bono del gobierno griego emitido en el clímax de la crisis de deuda (2012) habría obtenido un colosal 231% de rendimiento. Hace dos meses, la cotización del primer bono a diez años emitido desde el rescate a Grecia en 2010 tuvo siete subas diarias consecutivas que totalizaron un 2,8% en una semana (el mejor desempeño de cualquier título público en el mundo). Este repunte del mercado de bonos creó un efecto psicológico de arrastre que en los últimos meses provocó una suba del 26% en la Bolsa de Atenas, en el contexto de una salida inexorable de capitales desde los mercados europeos de activos.

A la luz de estas cifras impresionantes, sería tan tentador cuanto falso anunciar el fin de la crisis de Grecia. El repunte de los mercados de acciones y bonos griegos oculta un creciente abismo entre una realidad económica sombría y un clima financiero insosteniblemente optimista. Más que la recuperación de Grecia, los altos márgenes obtenidos por los inversores reflejan un proceso de presiones deflacionarias y fragmentación en Europa, en un entorno global de endeudamiento cada vez más insostenible. Las cifras de Grecia, que tanto entusiasman a los inversores, pueden resultar preanuncio de nuevos problemas para la economía de Europa, y acaso para el mundo.

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