

Though the US Federal Reserve’s first interest-rate hike of 2023 is smaller than those that preceded it, policymakers have signaled that more increases are on the way, despite slowing price growth. But there is good reason to doubt the utility – and fear the consequences – of continued rate hikes, on both sides of the Atlantic.
BERLÍN – El inicio de 2016 fue de todo menos calmo. La caída de las bolsas en China desestabilizó los mercados de todo el mundo. Las economías emergentes parecen paralizadas. El precio del petróleo se derrumbó y puso en crisis a los productores. Corea del Norte exhibe su poder nuclear. Y en Europa, la crisis de los refugiados fomenta una ola tóxica de nacionalismo, que amenaza con despedazar a la Unión Europea. Sumemos las ambiciones neoimperiales de Rusia y la amenaza del terrorismo islámico, y lo único que faltaría para completar la descripción de un año con visos de maldición profética sería que aparezca un cometa en el cielo.
Allí donde uno mire verá caos creciente. Parece que el orden internacional que se forjó en la fragua del siglo XX se está acabando, y todavía no tenemos ni el menor atisbo de lo que vendrá a reemplazarlo.
Los desafíos a los que nos enfrentamos son bien conocidos: globalización, digitalización, cambio climático, etc. Lo que no está claro es el contexto en el que surgirá la respuesta (si es que surge). ¿En qué estructuras políticas, por iniciativa de quién y según qué reglas se negociarán (o dirimirán por la fuerza, si negociar fuera imposible) estas cuestiones?
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