MILWAUKEE – La muerte de George Floyd a manos —y rodilla— del oficial de policía de Minneapolis Derek Chauvin hizo estallar una oleada de protestas pacíficas y disturbios violentos en la mayoría de las grandes ciudades de Estados Unidos. Filmado para que el mundo pudiera verlo, el incidente llevó a tomar conciencia de que los afroamericanos son excluidos de la gran narrativa del progreso estadounidense, en la cual supuestamente la situación mejora con el tiempo.
Los datos confirman esa percepción, un estudio reciente de la Brookings Institution afirmaba en 2016 que «el patrimonio de una familia caucásica típica es casi diez veces mayor que el de una familia negra». Y aunque EE. UU. solo cuenta con el 5% de la población mundial, alberga al 21 % de las personas encarceladas en el mundo, un tercio de las cuales son afroamericanas.
Difícilmente pase una semana sin una nueva historia sobre la muerte de afroamericanos a manos de policías o vigilantes. En cada episodio los medios se retuercen las manos y llaman a la reforma de los procedimientos policiales, pero nunca se resuelve el problema, en parte, porque en realidad no es uno, sino muchos.
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Rather than reducing concentrated market power through “disruption” or “creative destruction,” technological innovation historically has only added to the problem, by awarding monopolies to just one or a few dominant firms. And market forces offer no remedy to the problem; only public policy can provide that.
shows that technological change leads not to disruption, but to deeper, more enduring forms of market power.
The passing of America’s preeminent foreign-policy thinker and practitioner marks the end of an era. Throughout his long and extraordinarily influential career, Henry Kissinger built a legacy that Americans would be wise to heed in this new era of great-power politics and global disarray.
reviews the life and career of America’s preeminent foreign-policy scholar-practitioner.
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MILWAUKEE – La muerte de George Floyd a manos —y rodilla— del oficial de policía de Minneapolis Derek Chauvin hizo estallar una oleada de protestas pacíficas y disturbios violentos en la mayoría de las grandes ciudades de Estados Unidos. Filmado para que el mundo pudiera verlo, el incidente llevó a tomar conciencia de que los afroamericanos son excluidos de la gran narrativa del progreso estadounidense, en la cual supuestamente la situación mejora con el tiempo.
Los datos confirman esa percepción, un estudio reciente de la Brookings Institution afirmaba en 2016 que «el patrimonio de una familia caucásica típica es casi diez veces mayor que el de una familia negra». Y aunque EE. UU. solo cuenta con el 5% de la población mundial, alberga al 21 % de las personas encarceladas en el mundo, un tercio de las cuales son afroamericanas.
Difícilmente pase una semana sin una nueva historia sobre la muerte de afroamericanos a manos de policías o vigilantes. En cada episodio los medios se retuercen las manos y llaman a la reforma de los procedimientos policiales, pero nunca se resuelve el problema, en parte, porque en realidad no es uno, sino muchos.
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