LONDRES/NAIROBI – Cada año, mueren en el mundo por hambre o enfermedades relacionadas unos nueve millones de personas; es el equivalente a la población de Austria. Ya bastante trágica es esta cifra, pero hay riesgo de que en 2020 se duplique, por los trastornos que la COVID‑19 provoca en las cadenas de suministro de alimentos.
Es el costo oculto de la pandemia de coronavirus, y caerá sobre los más pobres y vulnerables. Para prevenir estas muertes evitables, debemos en primer lugar reconocer que África, Asia meridional y otras regiones pobres no pueden entrar en cuarentena o tratar de contener la enfermedad imitando las medidas adoptadas en los países desarrollados. En vez de eso, deben hallar modos propios de equilibrar los riesgos del virus con los riesgos que los intentos de derrotarlo suponen para los medios de subsistencia y la vida de la gente.
Pero sobre todo, la comunidad internacional debe actuar ahora mismo para preservar el funcionamiento de las cadenas de suministro de alimentos. De lo contrario, en las regiones más pobres del mundo, las consecuencias no deseadas de la cura serán peores que la enfermedad.
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In a rapidly digitalizing world, central banks are staring down a future in which they may lack the tools necessary to manage crises, and in which they may no longer be able to protect their monetary sovereignty. They should recognize that digital currency is a source of institutional salvation.
thinks governments must embrace central bank digital currencies or risk a fundamental loss of control.
LONDRES/NAIROBI – Cada año, mueren en el mundo por hambre o enfermedades relacionadas unos nueve millones de personas; es el equivalente a la población de Austria. Ya bastante trágica es esta cifra, pero hay riesgo de que en 2020 se duplique, por los trastornos que la COVID‑19 provoca en las cadenas de suministro de alimentos.
Es el costo oculto de la pandemia de coronavirus, y caerá sobre los más pobres y vulnerables. Para prevenir estas muertes evitables, debemos en primer lugar reconocer que África, Asia meridional y otras regiones pobres no pueden entrar en cuarentena o tratar de contener la enfermedad imitando las medidas adoptadas en los países desarrollados. En vez de eso, deben hallar modos propios de equilibrar los riesgos del virus con los riesgos que los intentos de derrotarlo suponen para los medios de subsistencia y la vida de la gente.
Pero sobre todo, la comunidad internacional debe actuar ahora mismo para preservar el funcionamiento de las cadenas de suministro de alimentos. De lo contrario, en las regiones más pobres del mundo, las consecuencias no deseadas de la cura serán peores que la enfermedad.
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