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Ajustando las cuentas del fraude electoral en Bolivia

Si bien la preponderancia de la evidencia indica que las elecciones presidenciales de octubre de 2019 en Bolivia estuvieron marcadas por un fraude desenfrenado, un estudio reciente de dos investigadores sugiere lo contrario. Pero sus supuestos son cuestionables e, incluso si fueran correctos, sus resultados no muestran ausencia de fraude.

WASHINGTON, DC/EDINBURG, TEXAS – Bolivia se encuentra actualmente en una encrucijada crítica. En noviembre pasado, después de unas elecciones generales plagadas de presuntas irregularidades, el presidente Evo Morales se fugó al exilio después de renunciar al cargo que había ostentado durante casi 14 años. El vacío de poder resultante dio lugar a un gobierno de transición que rápidamente convocó a nuevas elecciones.  

Bolivia podía haberse sumido en el caos y la violencia, pero casi por milagro los partidos políticos pusieron freno a los enfrentamientos y alcanzaron una distensión frágil, al aceptar la decisión del Tribunal Supremo Electoral de celebrar unas nuevas elecciones en mayo. Pero la controversia en torno de las elecciones del pasado octubre volvió a encenderse después de que los investigadores John Curiel y Jack R. Williams (C&W) declararan en The Washington Post “no haber encontrado ninguna razón para sospechar fraude”.

El estudio de C&W se concentra en un ámbito circunscrito del proceso electoral y, por tanto, no es capaz de disipar las sospechas de fraude en la totalidad del proceso. No obstante, la declaración categórica de C&W fue ampliamente difundida y cayó sobre Bolivia con la fuerza de una bomba de racimo, reavivando antagonismos y alentando agitadores. Es por tanto imperativo examinar el análisis y las conclusiones de aquel estudio.  

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