David Cameron and Angela Merkel Miguel Villagran/Getty Images

El Reino Unido sobrevivirá, no la UE

VARSOVIA – En Gran Bretaña y en todo Occidente somos testigos del eclipse de las corrientes políticas principales. Si antes era impensable que políticos como Donald Trump en EE.UU., Jaroslaw Kaczynski en Polonia o Marine Le Pen en Francia fueran electos, hoy son los políticos predominantes quienes corren tal suerte. En Austria, hubo que recurrir a un candidato ajeno al establishment para bloquear una victoria de la extrema derecha por el más ajustado de los márgenes. Tendremos que habituarnos a ver más éxitos electorales de políticos y proyectos populistas como el referendo del “Brexit” en Gran Bretaña.

La economía se ha globalizado pero la política sigue siendo un proceso nacional, y esta desconexión ha alimentado la sensación entre los ciudadanos de a pie de que la democracia (la voluntad del pueblo) ha perdido fuerza. En un contexto así, la influencia se convierte en el dominio propio de los populistas, porque únicamente así pueden generar cambios… y solo mediante la destrucción. Por eso se les cree incluso cuando mienten.

El Brexit se debería ver como un castigo a sucesos como las elecciones europeas de 2014, cuando era evidente, incluso antes de que nadie votara, quién se convertiría en jefe de la comisión de la UE, quién presidiría el parlamento europeo y cuál de las facciones del mismo sería la mayor. Esta sensación de que las cartas están marcadas aleja a los ciudadanos y les lleva a reclamar su dignidad democrática mediante votos de protestas por figuras como Nigel Farage, líder del Partido por la Independencia de Gran Bretaña (UKIP), o Donald Trump. Por supuesto, nadie cree que de verdad éste pueda llegar a la presidencia de EE.UU. Igual que nadie, ni siquiera los aficionados a las apuestas, creía que el Brexit fuera a ocurrir de verdad.

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