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Cambiaron los hechos, cambiemos el pacto

PARÍS – El Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea, que impone normas fiscales a los estados miembros, es como el vestido nuevo del emperador: casi todos ven que no es verdad, pero pocos lo admiten abiertamente. Este silencio interesado es malo en lo económico y en lo político.

En primer lugar, las reglas del pacto son tan complejas que casi ningún ministro puede descifrarlas (por no hablar de los parlamentarios). Ya hay varias propuestas de reforma para simplificar las cosas, entre ellas una de un grupo de economistas franceses y alemanes del que soy parte.

La mayoría de estas propuestas le darían menos importancia a la estimación del déficit fiscal con ajuste cíclico de los estados miembros (un cálculo notoriamente difícil) y más al incremento del gasto público. En concreto, cada gobierno se comprometería a que sus gastos se correspondan con las previsiones de crecimiento económico y de recaudación impositiva del país, y con una meta de endeudamiento a mediano plazo. Habría menos microgerencia por parte de las instituciones de la UE, más margen para la toma de decisiones en el nivel nacional y una mayor responsabilidad de cada uno de los gobiernos.

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