MÚNICH – A principios de este año, el ministro de economía alemán Peter Altmaier reveló su “Estrategia Industrial Nacional 2030”, que busca proteger a las empresas alemanas contra competidoras chinas que reciben subsidios estatales. La estrategia identifica sectores industriales clave que recibirán apoyo especial del gobierno, pide establecer en Europa la producción de baterías para autos eléctricos y defiende la fusión de empresas como forma de obtener economías de escala.
Es un plan controvertido. Lars Feld, del Consejo Alemán de Expertos Económicos, dijo que esta estrategia es una aberración y acusó a Altmaier de pretender instituir la planificación central. Pero este no es un debate ideológico (como insinúa Feld); la pregunta, más bien, es si esa política industrial puede funcionar. Y aunque el plan de Altmaier contiene aspectos poco convincentes, hay buenos motivos para que el Estado dé apoyo a sectores (como la industria automotriz) que se basarán cada vez más en la inteligencia artificial (IA).
Es verdad que los economistas suelen ver con malos ojos las políticas industriales nacionales, sobre todo porque los gobiernos típicamente las han usado para ayudar a “perdedores”, lo que implica mantener en el mercado a empresas no competitivas. El argumento para defenderlas, sobre todo en los países en desarrollo, era que las industrias todavía no desarrolladas necesitan que se las proteja de la competencia extranjera para poder crecer y madurar. Pero el Banco Mundial concluyó hace mucho que esas políticas fracasaron, y dio la espalda a los programas de sustitución de importaciones en los años sesenta y setenta.
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Rather than seeing themselves as the arbiters of divine precepts, Supreme Court justices after World War II generally understood that constitutional jurisprudence must respond to the realities of the day. Yet today's conservatives have seized on the legacy of one of the few justices who did not.
considers the complicated legacy of a progressive jurist whom conservatives now champion.
In October 2022, Chileans elected a far-left constitutional convention which produced a text so bizarrely radical that nearly two-thirds of voters rejected it. Now Chileans have elected a new Constitutional Council and put a far-right party in the driver’s seat.
blames Chilean President Gabriel Boric's coalition for the rapid rise of far right populist José Antonio Kast.
MÚNICH – A principios de este año, el ministro de economía alemán Peter Altmaier reveló su “Estrategia Industrial Nacional 2030”, que busca proteger a las empresas alemanas contra competidoras chinas que reciben subsidios estatales. La estrategia identifica sectores industriales clave que recibirán apoyo especial del gobierno, pide establecer en Europa la producción de baterías para autos eléctricos y defiende la fusión de empresas como forma de obtener economías de escala.
Es un plan controvertido. Lars Feld, del Consejo Alemán de Expertos Económicos, dijo que esta estrategia es una aberración y acusó a Altmaier de pretender instituir la planificación central. Pero este no es un debate ideológico (como insinúa Feld); la pregunta, más bien, es si esa política industrial puede funcionar. Y aunque el plan de Altmaier contiene aspectos poco convincentes, hay buenos motivos para que el Estado dé apoyo a sectores (como la industria automotriz) que se basarán cada vez más en la inteligencia artificial (IA).
Es verdad que los economistas suelen ver con malos ojos las políticas industriales nacionales, sobre todo porque los gobiernos típicamente las han usado para ayudar a “perdedores”, lo que implica mantener en el mercado a empresas no competitivas. El argumento para defenderlas, sobre todo en los países en desarrollo, era que las industrias todavía no desarrolladas necesitan que se las proteja de la competencia extranjera para poder crecer y madurar. Pero el Banco Mundial concluyó hace mucho que esas políticas fracasaron, y dio la espalda a los programas de sustitución de importaciones en los años sesenta y setenta.
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