palacio131_NATALIA KOLESNIKOVAAFP via Getty Images_moscowexchange Natalia Kolesnikova/AFP via Getty Images

Sancionar a un adversario nuclear

MADRID – Las imágenes que han salido tras la retirada rusa de Bucha -donde Ucrania acusa a los soldados rusos de torturar y asesinar a civiles- han intensificado la presión sobre Occidente para que provea más armas ofensivas a Ucrania y para que Europa prohíba la importación de energía desde Rusia. Pero dejando a un lado la cuestión legítima sobre la disposición europea a pagar por cuenta de Ucrania, la cruda realidad es que las sanciones no siempre son eficaces.

Los llamamientos a sancionar comenzaron mucho antes de la invasión. Mientras Rusia acumulaba tropas cerca de la frontera con Ucrania, el gobierno ucraniano (y algunos legisladores estadounidenses) exhortaban a Estados Unidos y a Europa a imponer sanciones preventivas y a ofrecer garantías de seguridad más robustas a Kiev. Pero los líderes occidentales se negaron, alegando que las sanciones impedirían que las partes llegasen a una solución diplomática.

En la geopolítica -al igual que en la vida- en retrospectiva todo se ve más claro: ahora sabemos que los esfuerzos diplomáticos fueron en vano. Lo que no sabemos es si unas sanciones preventivas habrían alterado los planes del presidente ruso Vladímir Putin, sobre todo porque probablemente no habrían sido tan severas como el paquete de medidas que se impuso después de la invasión.

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