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El invierno del malestar

CAMBRIDGE – Durante el inicio de 2022 se profundizó la sensación de desazón. No solo en los gobiernos, que deben enfrentar desafíos relacionados con la salud, la economía, la geopolítica y, en algunos casos, la seguridad nacional y financiera... los hogares y una gran variedad de empresas también la sienten. Todos ellos fueron expulsados de la normalidad, o se les impidió aproximarse a ella, durante mucho más tiempo del esperado.

La COVID-19 es un factor relevante, por supuesto, pero se le sumaron varias cuestiones significativas adicionales: desde el aumento de las tensiones geopolíticas y la inflación hasta la vulnerabilidad financiera de los hogares, la escasez de mano de obra y la volatilidad en los mercados.

La variante ómicron llevó a niveles de contagio de COVID-19 que se hubieran considerado muy peligrosos con las variantes dominantes anteriores como alfa o delta. Afortunadamente, la variante ómicron resultó menos grave y es mucho menos probable que los nuevos casos requieran hospitalización o sean fatales. De hecho, muchos esperan que la variante ómicron permita la transición para salir de esta pandemia, tan perjudicial durante los últimos dos años. En este escenario el coronavirus se tornaría endémico, pero relativamente manejable, en especial si ajustamos la manera en que hacemos algunas cosas.

De todas formas, la variante ómicron sigue siendo una importante fuente de malestar por el momento: no solo obligó a muchas personas a aislarse cuando confirmaron el contagio —esto se sumó a los problemas en el mercado laboral y el aprovisionamiento, y redujo los ingresos de los segmentos más vulnerables de la sociedad—, también llevó a que los países adopten estrategias diferentes para gestionar la COVID-19, amplificando la falta de coordinación que ya había en el mundo.

La desigualdad vacunatoria sigue siendo un problema especialmente grave porque deja abierta la puerta a la aparición de nuevas variantes hasta que la población mundial en general esté vacunada. De manera similar, la política china de «cero COVID-19» podría dar lugar a nuevas series de problemas en la cadena de aprovisionamiento y aumentar aún más la incertidumbre.

Esas interrupciones aumentarían la presión a la suba de los precios justo cuando la inflación se convirtió en la principal preocupación pública en Estados Unidos. Lo que para muchos comenzó como un impacto limitado sobre los precios pasó a ser algo mucho más generalizado. Por ello, el sentimiento de los consumidores empeoró y la vulnerabilidad de los hogares está aumentando, especialmente en los segmentos de población que ya sufren dificultades.

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La sostenida falta de mano de obra se derrama en ambas direcciones. Aunque contribuye a las presiones inflacionarias debido a que las empresas trasladan los mayores costos laborales a los consumidores, también ayuda a elevar los salarios después de varias décadas de erosión del ingreso real. Este segundo efecto es especialmente importante para quienes están en el extremo inferior de la distribución del ingreso, cuyos salarios quedaron rezagados frente a los aumentos en la productividad durante muchos años.

Otra fuente de malestar es la volatilidad de los mercados. En lo que va del año hubo un aumento pronunciado en las variaciones desestabilizadoras de precios de los activos, debido a que las preocupaciones por cuestiones geopolíticas y económicas se multiplicaron con la toma de conciencia de que los principales bancos centrales están a punto de implementar grandes cambios en sus políticas. Después de proporcionar asistencia masiva durante años a los precios de los activos y de cometer un gran error al insistir hasta fines de noviembre de 2021 en que la inflación era «transitoria», la Reserva Federal de EE. UU. se está viendo obligada a girar bruscamente hacia una política menos acomodaticia. Ahora debe reaccionar con bríos frente a la elevada inflación que fue incapaz de entender y solucionar anteriormente, y que se instaló más profundamente debido a ello.

Este abandono de las políticas monetarias acomodaticias —que incluyeron tasas de interés muy limitadas y un nivel récord de inyecciones mensuales de liquidez durante la mayor parte de 2021— plantea el riesgo de disparar un considerable ajuste a lo que se había convertido en una situación financiera de flexibilidad sin precedentes. Los riesgos que esto puede generar para la forma en que la gente se gana la vida serán especialmente pronunciados si la Fed se ve obligada, por el retraso con que actuó, a implementar una política excesivamente contractiva.

Esto podría implicar un enfoque con tres componentes mediante el cual la Fed, en un período muy breve, no solo pondría fin a las compras mensuales de activos, sino que aumentaría las tasas de interés y comenzaría a desarmar sus gigantescas posiciones. Esto tendría lugar después de un período durante el cual la Fed apoyó de manera excepcional los precios de los activos, tanto directa como indirectamente, reprimiendo continuamente la volatilidad y fomentando el apetito por el riesgo. Otro tropiezo en sus responsabilidades de política podría causar una recesión que de otro modo hubiera sido evitable, y asestar a la sociedad el doble impacto de una mayor inflación y menores ingresos.

Finalmente tenemos el malestar adicional causado por la geopolítica. El aumento de las tensiones entre Rusia y Ucrania se suman a la incertidumbre y las presiones inflacionarias. Según la mayoría de los análisis, no se puede predecir con seguridad si habrá un conflicto militar declarado o se logrará una solución diplomática duradera, y muchos se sienten atrapados en la confusa situación intermedia. Algo parecido ocurre con la relación chino-estadounidense, aunque en menor grado.

Cada una de estas situaciones causaría una incertidumbre considerable por sí sola. Juntas han creado un malestar profundo y amplio, que aumenta la probabilidad de cometer equivocaciones y errores de cálculo en todos los niveles de la sociedad. Aunque la mayoría de los problemas actuales se pueden superar individualmente, sería difícil recuperarnos de una gran combinación de ellos.

En el pasado fue fundamental una combinación sólida de resiliencia, agilidad y diversidad de opciones para tomar decisiones sensatas en situaciones inusualmente inciertas. Debemos redoblar las tres y asegurarnos, al mismo tiempo, de proteger mejor a los segmentos más vulnerables de nuestras sociedades.

Traducción al español por Ant-Translation

https://prosyn.org/4gQhtQBes