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En defensa de los bienes públicos globales

MADRID - La pasada Cumbre de la OTAN en Madrid fue un éxito rotundo. Por otra parte, el valor de la unidad occidental frente a Putin será relativo para la mayor parte de la población mundial en un contexto de retroceso de las instituciones globales. La reciente reunión de ministros de asuntos exteriores y de finanzas del G-20 en Indonesia fue la enésima prueba de que el mundo se está polarizando. Las implicaciones históricas son incalculables. Un mundo polarizado es incompatible con la posibilidad de llevar a cabo la tarea más importante de nuestro siglo: defender los bienes públicos globales.

Preservar los bienes públicos globales – el medioambiente, la seguridad internacional o la salud global – será imposible sin una institucionalidad global eficaz. Ingenuamente, podríamos pensar que las crisis, cuyos efectos son globales, inducen a la cooperación. Después de todo, el G-20 es un producto de la crisis financiera global de 2008. Lamentablemente, la guerra en Ucrania se está convirtiendo en la alargada sombra que impide ver con claridad la urgencia de gestionar las consecuencias globales de la misma.

La globalización ha traído grandes avances para la humanidad, así como ha generado la necesidad de gestionar sus riesgos a través de instituciones multilaterales a nivel global. En noviembre de 2001, poco después de los atentados del 11 de septiembre, el diplomático estadounidense Strobe Talbott dijo que ‘la globalización es como la gravedad. No es una política, no es un programa. No es buena, no es mala. Está ocurriendo. Estamos aquí para averiguar qué es, cómo funciona y qué se puede hacer al respecto’. En otras palabras, la globalización es un fenómeno histórico ineludible. Sin embargo, la última década nos está enseñando que la globalización puede fragmentarse como consecuencia de rivalidades geopolíticas.

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