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Las lecciones sobre políticas legadas por el COVID-19

CHICAGO – Si una mente malvada diseñara el virus perfecto para acabar con una especie animal, elegiría la combinación óptima de transmisibilidad y tasa de letalidad por infecciones. Sin embargo, para eliminar a la humanidad, la mente malvada tendría que desarrollar un virus capaz de neutralizar las respuestas de los humanos frente a dicho virus, y no tan sólo las respuestas individuales (que son insuficientes para hacer frente a una pandemia), sino también las colectivas. Por lo tanto, un virus asesino perfectamente diseñado sería capaz de explotar las ineficiencias en nuestra toma de decisiones colectivas. Da la casualidad que eso es lo que parece haber conseguido el virus SARS-CoV-2

Si no creemos en el diseño inteligente, tampoco deberíamos creer en el diseño malvado. Incluso en dicho caso, la evolución darwiniana nos dice que la presión de supervivencia eventualmente generará virus más efectivos. Muchos virus nuevos han saltado de los animales a los humanos, pero ninguno en los últimos 100 años fue tan devastador como el SARS-CoV-2.

Sí, es verdad que el COVID-19 es menos letal que el Ébola y menos infeccioso que el resfriado común. Cuando el más letal Síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) surgió por primera vez en el año 2012, se lo contuvo y se lo eliminó en gran medida en el espacio de tan sólo unos pocos meses. ¿Por qué, entonces, el COVID-19 es tan evasivo en cuanto a ser controlado? La respuesta es que este virus aprovecha las debilidades de nuestras instituciones. Y al hacerlo, proporciona una lección útil sobre lo que debemos corregir para hacer frente a futuras amenazas existenciales.

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