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Banda ancha para todos

STANFORD – La COVID-19 sacó a la luz tanto las fortalezas como las debilidades de la infraestructura de internet de banda ancha en Estados Unidos. Entre las cuestiones positivas, la oferta no solo resistió el extraordinario aumento de la demanda de comercio electrónico, telemedicina y comunicaciones, sino que se amplió. Cuando las medidas de confinamiento y distanciamiento social redujeron el acceso normal a los servicios educativos y de salud, la Internet lo compensó, al menos en parte, permitiendo la conectividad remota a decenas de millones de personas.

Douglas Holtz-Eakin, exdirector de la Oficina de Presupuesto del Congreso de EE. UU., sostiene persuasivamente que las políticas regulatorias del gobierno en Estados Unidos, al liberar la competencia y la innovación, permitieron que el sector tecnológico creciera. La capacidad de cálculo se multiplicó por 100 en los últimos 15 años. EE. UU. cuenta actualmente con más banda ancha de alta velocidad que Europa y evitó muchas regulaciones innecesarias que hubieran limitado la iniciativa del sector privado. En consecuencia, el 90 % de los estadounidenses adultos usan Internet y el 25 % de las empresas, la internet de las cosas (IdC).

Más aún, McKinsey & Company estima que la cantidad de dispositivos conectados a la IdC llegará a los 43 mil millones en 2023. Difícilmente nos equivoquemos al decir que el uso de Internet continuará creciendo mientras si evitamos dar marcha atrás con las regulaciones. En una encuesta reciente a los estadounidenses que han trabajado en forma remota durante la pandemia del coronavirus, tres quintos de los encuestados respondieron que preferirían continuar haciéndolo. De manera similar, el 20 % de los directores financieros han comenzado a planificar un futuro en el cual al menos el 20 % de la mano de obra en sus empresas trabajará en forma remota.

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