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Medir mal la corrupción permite que los países ricos actúen con impunidad

WASHINGTON, DC – “En una sociedad cada vez más orientada hacia el desempeño, las métricas son importantes. Lo que medimos afecta lo que hacemos”, sostenía el informe de 2008 de la Comisión sobre la Medición del Desempeño Económico. “Con las métricas equivocadas, estaremos luchando por las cosas equivocadas”.

La Comisión estaba desafiando la primacía del PIB como la métrica del desarrollo. Pero la misma observación se aplica a la corrupción, que se mide convencionalmente -y engañosamente- como un problema unidimensional.

Los índices de corrupción global, entre ellos el Índice de Percepción de Corrupción (IPC) de Transparencia Internacional y el Índice de Control de la Corrupción del Banco Mundial, les asignan una calificación única a los países. Estas métricas demuestran consistentemente que los países ricos están “muy limpios”, mientras que los países pobres son “altamente corruptos”. Por ejemplo, el IPC de 2023 ubica al Reino Unido (puesto 71) como el vigésimo país menos corrupto del mundo, mucho más limpio que China (42) y Brasil (36). La mayoría de los usuarios del IPC, entre ellos medios, empresas y analistas, interpretan estos números como un hecho.

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